viernes, 20 de julio de 2018

PASANDO LA HOJA / Venezuela, país famélico


Ya Venezuela es un país famélico, por donde se le vea: su gobierno, los factores políticos que le adversan, la economía improductiva y saqueada, en el orden moral, el sistema de justicia, la FANB y los cuerpos de policía, el sector universitario, la educación básica, la ciencia y la tecnología, la salud, las industrias básicas, PDVSA, el sistema eléctrico, los sistemas de agua potable, la vialidad y todas las etcéteras que se quieran agregar.

Nuestras potencialidades de país están hoy arruinadas, desarticuladas, carcomidas por la corrupción, el abuso de poder y hasta las insensateces tremendas que nos caracterizan. Es decir, nuestra sociedad perdió el rumbo, andamos sin perspectiva histórica ni ubicación en el cambiante mundo global de hoy.

El individualismo, la codicia y la corrupción nos enceguecieron. Por eso he dicho que estamos sufriendo una profunda tragedia histórica, cocinada a fuego lento por la confrontación absurda e irresponsable chavismo-antichavismo.

¿Cómo emerger? Esa es la discusión. Hoy la queja y la obstinación envueltas en maldiciones no tienen sentido.

La conceptualización de Chávez fue arcaico-ruralista y muy inescrupulosa; y la de Maduro no es menos. ¡Imagonen nuestro atraso y súmenle el halo delictivo, sin ética ni responsabilidad social!

Nuestras universidades están en el suelo, asfixiadas y cada vez con menos docentes e investigadores de calidad, afectadas por el éxodo docente y estudiantil; y los pocos centros de investigación científica y tecnológica están desapareciendo fatalmente por el maltrato y el sectarismo monopartidista y autoritarista, que nadie se cala. Eso y mucho más nos ocurre.

Existe una hipertrofia individualista socialmente hablando, que nos está matando asociada a la codicia, la ignorancia y la perdida del sentido histórico. Por eso, aunque duele, no me extraña lo que nos ocurre y lo que pueda ocurrir en Venezuela.

Siempre insistiré en la imperiosa necesidad de reencontrarnos para discutir y diseñar una política alternativa en valores y compromisos, para contribuir a superar esta tragedia histórica.

Esa política debe ser estudiada, discutida y establecida claramente, con vigor ético y sentido antidelictivo: no caben los delincuentes de siempre que se han apropiado de lo publico, corruptos miserables que han saqueado a Venezuela y descapitalizado nuestra economía. 

Cada vez más voces identifican la corrupción y la voraz codicia como elementos clave de esta tragedia. Cuando algunos pocos nos atrevíamos a denunciar y colocar el asunto en la opinión publica o en las mesas de discusión hace dos o tres lustros, se nos veía con desdén y hasta desprecio, pero la pudrición rebasó todos los limites imaginables: llegamos a una economía abiertamente delictiva, inhumana, hambreadora, con mafias civiles y militares inmundamente codiciosas incrustadas en todo el sistema nacional, regional y municipal del Estado venezolano. Todas las empresas del Estado fueron saqueadas, tanto en lo financiero como en sus bienes e inventarios, algo increíble para cualquier sociedad medianamente civilizada.

Esa ha sido una de las características de la gestión Chávez/Maduro, un desastre gigantesco, la depredación ha sido terrible, inmoral e irresponsable. Como saqueadores, no tienen comparación en América Latina, salvo Haití que vive una incesante arremetida delictiva no solo despiadada sino genocida. 

Para reconstruir esta Venezuela famélica que celebran los factores de poder de Colombia y Guyana, por razones obvias, hace falta visión de futuro, dignidad y honestidad a toda prueba. Con el actual marasmo delictivo, ninguna opción edificante es viable porque no existen recursos públicos ni privados que soporten el desmadre existente.

Mucho habrá que discutir, a ver si encontramos un rumbo distinto para nuestra patria. No con vagabundos, corrompidos civiles o militares, empresarios gozones o politiqueros de oficio. No será fácil, pero es lo que requiere Venezuela, por encima de los bastardos intereses del chavismo y el antichavismo, cuyos pervertidos factores de poder nos han arrastrado hasta la podrida charca en que han convertido a la patria de Simón Bolívar, El Libertador.