lunes, 1 de enero de 2018

VENEZUELA 2018 / Rebelión popular y cívica

2018 inicia con una enorme carga de pobreza social, desestructuración económica y depredación moral, acumuladas durante las últimas décadas y acelerada inusitadamente desde el fin de la era Chávez y el comienzo de la era Maduro, en diciembre de 2012. 

Han sido cinco años de macro crisis inocultable, dolorosa, inmerecida, nunca imaginada en Venezuela, reino del petróleo, el oro y los diamantes, cuna de libertadores y asiento de un pueblo noble asediado hoy por el empobrecimiento, la confusión y la desesperanza, que han provocado una diáspora sin precedentes: centenares de miles de venezolanos y venezolanas se han marchado del país a probar oportunidades en otras latitudes. Cualquier argumentación en contrario es propaganda de la peor, manipulación cínica y prepotente desde el poder controlado y las mafias enriquecidas.

No repetiré la triste cadena de inicadores económicos y sociales que destrozan la felicidad de nuestro pueblo: el gobierno los ha escondido contumazmente, igual en materia de salud y alimentación, que en índices macroeconómicos, un mar de opacidad sistemática e ilegal, incluso contrariando convenios y normativas internacionales. 

Nadie confía en las pocas cifras del Banco Central de Venezuela (BCV), el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el ministerio de Finanzas o los despachos de Salud y Agricultura, sin contraloría real desde la Asamblea Nacional, la Contraloría General de la República, la Fiscalía General o la Procuraduría General, importantes instituciones reducidas a oficinas de cohonestación del saqueo y la descapitalización de Venezuela, a manos de mafias burocráticas, militares y empresariales, extremadamente codiciosas.

Este proceso de destrucción nacional no solo es insostenible, sino que no debemos permitir que continúen profundizándolo. Vivimos una hora menguada y extremadamente dolorosa: hambre y desnutrición, destrucción del aparato productivo en los ámbitos público y privado, degradación política e institucional, cobardía y corrupción, traición a la patria y penetración de las sanguinarias mafias colombianas, a lo largo y ancho del país, con sus altas dosis de inmoralidad haciendo pasto en llamas de la codicia y falta de valores y cojones de buena parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y del Sistema Nacional de Justicia, cuyos integrantes corrompidos y hedonistas son los principales compinches de las bandas delictivas nacionales e internacionales.

Desde Colombia, el ataque ha sido profundo y estructurado: la oligarquía colombiana nunca había tenido la oportunidad de destrozar nuestras potencialidades económicas, políticas, sociales, militares y de seguridad, como hoy; a sus capos les interesa una Venezuela endeble, semidestruída, enervada. De este gravísimo problema de seguridad y defensa estratégica de Venezuela, nadie habla, ni en Colombia ni en Venezuela. Simplemente, no es tema de la agenda política: allá, porque la conspiración contra nuestro país es general y descarada, desde las esferas del poder político hasta las fuerzas militares y las poderosas mafias del narcotráfico, el contrabando, el sicariato y la prostitución, asociadas al poder oligárquico; y aquí, porque la mediocridad y la corrupción civil y militar ha alcanzado niveles de albañal.

Solo una rebelión popular y cívica en defensa de los legítimos derechos sociales y políticos a una vida en democracia con dignidad y decoro, puede revertir esta tendencia degradante. Si continuamos por el camino impuesto por la irrelevante confrontación PSUV-MUD, nos hundiremos más. Lo exige también, el resguardo de nuestra independencia e integridad territorial, y la seguridad estratégica de nuestra economía y los derechos que nos hemos dado a una vida decente, productiva y feliz. 

Demos un paso al frente, sin violencia ni irracionalidad, en paz, sin destrucción material ni más pérdidas humanas. Se puede avanzar, solo si rompemos con las políticas irresponsables y altamente destructivas de los saqueadores del siglo XXI. Es hora de que el presidente Nicolás Maduro salga de Miraflores, abra camino a la paz superadora, y el pueblo reasuma el protagonismo perdido.

2018 debe ser el año de la reconstrucción nacional sobre los escombros que han dejado los irresponsables de la confrontación irracional PSUV-MUD, junto con sus compinches del saqueo y la descapitalización de Venezuela. Es lo único viable para el relanzamiento de Venezuela.

¡Feliz año 2018!

MANUEL ISIDRO MOLINA