jueves, 11 de febrero de 2016

ALEJANDRO GUTIÉRREZ (ULA) / "Estamos en emergencia alimentaria"

Fotografía de Alejandro Cegarra
Por Alejandro Gutiérrez S.
La Organización Mundial de la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha concluido que:
La seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades energéticas diarias y preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana” [3].
Y la definición de seguridad alimentaria contiene cuatro dimensiones fundamentales:
a. Disponibilidad. Debe haber una oferta suficiente para satisfacer los requerimientos nutricionales de toda la población. Esa oferta se conforma con producción nacional y con el saldo neto de las importaciones, menos las exportaciones de alimentos.
b. Acceso económico y físico a los alimentos. No basta con tener una oferta suficiente para satisfacer los requerimientos nutricionales de la población: todos los habitantes de un país deben tener los ingresos suficientes para tener acceso y poder demandar efectivamente los alimentos que le garantizan su seguridad alimentaria.
c. Utilización de los alimentos. Deben existir algunas condiciones, como buenas prácticas de alimentación y preparación de los alimentos, buena salud, inocuidad, diversidad de la dieta, buena distribución de los alimentos entre los miembros del hogar, entre otras, para que el cuerpo aproveche biológicamente los alimentos que se ingieren y no se incurra en situaciones de malnutrición ni por carencia ni por exceso.
d. Estabilidad en el tiempo de las tres dimensiones anteriores. La inestabilidad que surge de las variaciones climáticas (sequías, exceso de lluvias, plagas, enfermedades) que afectan la producción de alimentos o de la falta de empleo, ingresos o de divisas para importar y complementar la producción nacional generan inseguridad alimentaria.
Sobre las dimensiones de utilización y de estabilidad en el tiempo sólo adelantamos lo siguiente:
1.1. Salud. La percepción generalizada y lo que muestran las pocas estadísticas oficiales es que la salud de los venezolanos ha empeorado. Además de las pandemias han resurgido enfermedades que se consideraban superadas, en un contexto con escasez de medicamentos y servicios públicos de salud colapsados.
1.2. Servicios. Una parte importante de la población no tiene un hábitat apropiado ni acceso a servicios básicos indispensables para tener buenas condiciones higiénicas y gozar de buena salud (agua potable, electricidad, eliminación de excretas).
1.3. Consecuencias. Tales carencias de servicios básicos y de deterioro de la salud impiden el pleno aprovechamiento biológico de la ingesta de alimentos y pueden conducir a la desnutrición. En síntesis, esta dimensión de la seguridad alimentaria no parece haber tenido mejoras sustanciales, por el contrario puede haber empeorado.
1.3.1. En un país como Venezuela, con economía volátil y con tendencia disminuir la generación de riqueza mientras que aumenta la pobreza, hoy no hay garantía de acceso económico a los alimentos.
1.3.2. Las políticas económicas de controles de precios y del tipo de cambio no estimulan la producción alimentaria nacional, mientras que las importaciones (incluyendo las de alimentos) disminuyen.
1.3.3. Aumentan la escasez y las dificultades para conseguir los alimentos. La inestabilidad de las disponibilidades de alimentos también crece en la medida en que el país es altamente dependiente de las importaciones para conformar su oferta de alimentos.
1.3.4. Las importaciones dependen altamente de la disponibilidad de divisas. Es decir: de los precios del petróleo, prácticamente nuestro único producto de exportación, que provee el 95% del valor de las divisas.
1.3.5. Esas importaciones de alimentos tienen una inestabilidad creciente como se demostró en un trabajo reciente[4].
En atención a todo esto, el análisis que se realizará a continuación se concentra en las dimensiones de disponibilidad y de acceso económico y físico a los alimentos. Nos preguntaremos qué ha pasado, qué está pasando y qué pasará en el futuro inmediato con la seguridad alimentaria de los venezolanos, para responder con base en las estadísticas disponibles y los estudios previos. Así se realizará un análisis de las tendencias recientes de las dimensiones de la seguridad alimentaria, que tienen que ver con la disponibilidad y el acceso económico y físico a los alimentos [5].
¿Qué está pasando con
la disponibilidad de alimentos?

Veamos la evolución de los componentes de la disponibilidad: la producción nacional de alimentos y el saldo neto del comercio exterior (importaciones-exportaciones).
Cuando se dispone de estadísticas oficiales del Ministerio del Poder Popular para Agricultura y  Tierras (MPPAT) y del Instituto Nacional de Estadísticas sobre población y sus proyecciones, es posible tener una serie que muestra lo sucedido con el valor bruto de la producción agrícola por habitante (VBPAPC) en el lapso que va desde 1998 hasta 2014, medida a los precios constantes de 1997.
Durante el período 1998-2014 la tasa media de crecimiento anual (TMC) del VBPAPC fue de -1,5%. En el período 1998-2003 fue de -0,8%. Entre 2003 y 2008 fue de 1,8%. Y de 2008 a 2014 -4,7%. Es necesario observar el fuerte decrecimiento del período 2008-2014, que refleja el agotamiento de los estímulos de rentabilidad, los subsidios a insumos y los financiamientos que tuvieron algún efecto positivo durante los años de la bonanza petrolera, visto entre 2003 y 2008.
La reducción de la producción de los principales rubros agrícolas en el período entre 2008 y 2014 se acentuó. Sólo hubo TMC positiva para la producción per cápita de plátano: un 3,3%). El resto de los rubros agrícolas analizados presentaron TMC negativas: arroz (-1,3%); maíz (-8,4%); palma aceitera (-0,9%); yuca (-0,9%); cacao (-2,3%);  caña de azúcar (-9,0%). Y en el subsector animal también: aves (-0,9%); bovinos (-3,2%); huevos para consumo (-0,6%) y porcinos (-1,6%).
Hay que advertir que estos resultados pueden haber sido peores, pues se basan en estadísticas oficiales, que son generalmente superiores con respecto a las que reportan los gremios agrícolas.
Fuente: MPPAT, INE y Cálculos propios. Haga click en el gráfico para ampliarlo
También es necesario observar, por su importancia para la seguridad alimentaria, la disminución de la producción per cápita de cereales (arroz y maíz) entre 2008 y 2014. Ambos son materia prima para elaborar alimentos importantes en el aporte de energía alimentaria, como la harina precocida de maíz y el arroz pulido de mesa. También hubo una importante caída de la producción per cápita de caña de azúcar.
En algún momento de nuestra historia, Venezuela fue autosuficiente en los rubros de arroz y maíz blanco. Ahora somos un importador de ambos cereales. Siempre hemos importado maíz amarillo, un insumo importante en la producción de alimentos para animales.
Vale la pena señalar que el subsector pesquero también tuvo un decrecimiento promedio anual del valor de la producción real entre 2008 y 2014: -8,2%. Es seguro que la Ley de Pesca vigente amerita una revisión.
Según lo declarado por los voceros de gremios agrícolas como Fedeagro y Fedenaga [6], se espera una nueva reducción de la producción agrícola vegetal y animal. Si nos basamos en la información de la superficies sembrada (que es menor que en 2014) se puede afirmar la producción de cereales como arroz y maíz y la de caña de azúcar se reducirá. Igualmente se esperan mermas en el café y los rubros del subsector agrícola animal (carne bovina, carne de pollo, huevos y leche).
La explicación de estos pésimos resultados en materia de producción agrícola está en la baja rentabilidad, la escasez de insumos a precios subsidiados o regulados (como el fracaso de Agropatria), la caída en las inversiones debido a la incertidumbre, los controles, la inseguridad jurídica, la inseguridad personal y el poco respeto por los derechos de la propiedad privada.
Con un tipo de cambio apreciado en términos reales (6,30 Bs./USD), el gobierno prefiere importar alimentos abaratados artificialmente antes que pagarle precios rentables a los productores nacionales. A esto hay que sumarle algunos problemas de orden climático que han afectado negativamente a la producción agrícola en algunos años, como los fenómenos de El Niño y La Niña.
Estos resultados están lejos de los objetivos gubernamentales sobre incrementar la seguridad y la soberanía agroalimentaria. Se han obtenido a pesar de que durante gran parte del período 2004-2014 el gobierno dice haber rescatado una gran cantidad de tierras (“revolución agraria” y “guerra al latifundio”) y que aumentó tanto el gasto público como el financiamiento agrícola en términos reales.
No hay correspondencia entre ese esfuerzo financiero y los malos resultados de la producción agrícola nacional.
Los resultados en materia de producción agrícola doméstica han sido decepcionantes. En especial desde 2008. Por eso se ha reducido la contribución de la producción nacional agrícola a la disponibilidad de alimentos, una tendencia que se mantuvo en 2015 y amenaza con continuar en 2016.

Cuadro 1. Producción por habitante de algunos rubros agrícolas (1998-2014). Fuente: MPPAT, INE y cálculos propios.
Hubo una tendencia decreciente en la producción de la industria de alimentos, en el marco general de un proceso de desindustrialización. Entre 1998 y 2014 se estima que el PIBPC de la industria manufacturera ha declinado a la TMC de -1,4%, agravándose en en el lapso 2008-2014 hasta -3,9%.
La industria de alimentos representa casi un tercio del PIB manufacturero. A pesar de la ausencia de cifras oficiales, puede afirmarse que la fuerte reducción del PIB manufacturero por habitante debe haber arrastrado al PIBPC. Estadísticas no actualizadas del Banco Central de Venezuela mostraban que el volumen per cápita de la producción de la industria de alimentos para el período 1998-2013 decreció a una tasa media anual de -0,3%, profundizándose la reducción a -2,3% en el período 2008-2013. Es de esperarse que en 2014 y 2015, al disminuir la producción de la industria manufacturera, también lo hiciera la de la industria de alimentos, como respuesta a la persistencia y profundización de los controles de precios, los acosos gubernamentales, la negación a entregarle dólares a los industriales causando insuficiencia de materias primas e insumos para producir, el ausentismo laboral y las restricciones en el uso de energía eléctrica entre otros factores[7].
De nuevo, para un gobierno que ahora realiza la mayor parte de las importaciones de alimentos, es mejor importar con un dólar apreciado (6,30 Bs/USD) que importar materias primas e insumos con los cuales se agregaría valor agregado nacional y se generaría más empleo. Hay que recordar que el gobierno expropió y nacionalizó industrias agroalimentarias productivas que ahora están prácticamente sin producir.
Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y estimaciones propias del autor para 2014 y 2015. Haga click en el gráfico para ampliarlo
Las importaciones (MAA) y
las exportaciones agroalimentarias (XAA)
Las estadísticas disponibles indican que las importaciones por habitante (MAAPC) aumentaron durante los años de la bonanza petrolera: entre 2004 y 2008. Cayeron en 2009 y 2010, ante la merma de los precios del petróleo, pero luego con el nuevo incremento de los precios del petróleo se recuperaron hasta 2013. En 2014 y 2015, aun cuando no se dispone de estadísticas oficiales, estimamos que ha habido una reducción de las MAAPC [8].
Una parte importante del desordenado e ineficiente ajuste que ha hecho el gobierno ha sido la reducción de las importaciones totales. Entre 2012 y 2015 se estima que las importaciones totales per cápita se redujeron en 41,5%. Nuestras estimaciones permiten afirmar que en el caso de las MAAPC éstas se han reducido en un 22,5% entre 2013 y 2015.
Sobre las exportaciones agroalimentarias (XAA) que se hacen de manera legal, en condiciones normales se podría asumir que debido a su poca importancia podrían considerarse igual a cero. No obstante, las políticas distorsionantes del tipo de cambio, los subsidios a alimentos básicos  y el control de precios son factores que generan incentivos para hacer exportaciones ilegales (contrabando de extracción), cuyos montos se desconocen.
Sólo nos atrevemos a decir que esas exportaciones ilegales hacia Colombia, Brasil y las islas del Caribe han crecido y se continúan realizando, incluso con el cierre de las fronteras por los estados de excepción decretados por el gobierno. Y estas exportaciones ilegales reducen la disponibilidad de alimentos al desviar parte del inventario hacia otros países.
En resumen, aún sin estadísticas oficiales para 2014 y 2015, nos atrevemos a afirmar que la disponibilidad de alimentos por habitante en esos años disminuyó pues mermó la producción nacional de alimentos (tanto agrícola como la de la industria de alimentos) y también las importaciones, mientras que aumentaron las exportaciones ilegales. Y todo eso es negativo para la seguridad alimentaria nacional y de los hogares.
No hay razones para suponer que esta situación vaya a mejorar en 2016, en un contexto de repetición de las políticas económicas peo, además, con bajos ingresos petroleros.
¿Y qué pasa con el acceso
económico y físico a los alimentos?
A pesar de que en Venezuela la tendencia de largo plazo de los salarios reales es a disminuir[9], la bonanza petrolera permitió financiar un conjunto de programas sociales y subsidios en el marco de la Misión Alimentación (MERCAL, PDVAL, casas de alimentación, comedores populares,  comedores escolares, otros) que compensaron parcialmente el deterioro del poder de compra alimentario.
Así, el consumo de alimentos aumentó de manera persistente entre 2004 y 2008. Nada raro en épocas de bonanza petrolera y de crecimiento del PIBPCa. Las estadísticas oficiales y nuestras estimaciones reflejan ese aumento de manera persistente entre 2004 y 2008, medido por la disponibilidad para consumo humano (DCH) de calorías/persona/día)[10].
No obstante,  a medida que los precios del petróleo bajan en 2009 y 2010, el consumo de alimentos comenzó a disminuir. Pero se reconoce que entre 2011 y 2012 hubo una ligera recuperación del consumo de alimentos debido principalmente al incremento del PIBPC de esos años. De todos modos, conviene señalar que discrepamos de las estadísticas oficiales presentadas por el Instituto Nacional de Nutrición (INN) y la FAO, porque reflejan un aumento persistente del consumo de alimentos (medido por la DCH en calorías/persona/días), incluso en aquellos años en que disminuyó la producción y las importaciones agroalimentarias. O como lo reflejaron las estadísticas del BCV hubo reducción del volumen de ventas por habitante de los alimentos[11].
Sin embargo, no debe haber dudas de que entre 2004 y 2008 hubo aumentos importantes del consumo de alimentos con respecto a la tendencia decreciente de la década anterior. Igualmente debe señalarse que aun con ese incremento tenemos razones para pensar que esa disponibilidad medida en términos de DCH (calorías/persona/día) no fue suficiente para asegurar una DCH calórica plena. Por el contrario: puede calificarse de suficiencia precaria al compararse con los requerimientos energéticos del habitante promedio de Venezuela[12].
Cuadro 2. Consumo de principales alimentos según el INE (gr/persona/día)
En cuanto a la dimensión de la seguridad alimentaria que tiene que ver con el acceso económico y físico de los alimentos se ha deteriorado en la medida en que el poder de compra alimentario y los salarios reales se han reducido. La escasez ha aumentado y los programas sociales del gobierno han disminuido su cobertura.
Las estadísticas del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y su encuesta de seguimiento al consumo de alimentos revelan que entre 2008 y 2014 (el último dato publicado: primer semestre de 2014) hubo disminuciones importantes en el consumo de la mayoría de alimentos principales aportadores de energía alimentaria (calorías), proteínas y otros nutrientes. Es el resultado del deterioro de los ingresos reales, el aumento de los precios reales de los alimentos (la tasa de inflación de alimentos ha sido superior a la tasa de inflación general) y la menor compensación vía subsidios que se hace a través de los programas sociales alimentarios como Misión Alimentación, debido a la menor eficacia de los mismos.
En las Memoria y Cuenta del Ministerio del Poder Popular para la Alimentación de 2012 y de 2014 se informó sobre la tendencia decreciente, desde 2008, en las toneladas de alimentos distribuidas por las principales redes del gobierno: MERCAL y PDVAL. Otro dato importante proveniente de la información oficial es que para 2014 sólo el 46% de los MERCAL y 23% de los PDVAL estaban activos. ¿Los reactivaron en 2015? [13]
Un dato más reciente confirma el deterioro de la dimensión de acceso a los alimentos. Proviene de la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2014 y 2015 [14], un trabajo que revela el aumento de la tasa de pobreza. En especial la tasa de pobreza extrema, estimada en 49,9% de los hogares para 2015. Esto quiere decir que el número de hogares cuyos ingresos son inferiores al costo de la canasta normativa de alimentos es muy elevado: la mitad del total.
La mitad de los hogares venezolanos están en situación de inseguridad alimentaria.
En esa misma dirección otro factor coadyuvante de reducción del acceso económico a los alimentos es la proyectada reducción del salario real para 2015 (superior al 30%). Y en 2016 todo hace prever que continuará reduciéndose.
¿En Venezuela estamos
en una emergencia alimentaria?
Con base en el análisis anterior, en primer lugar es posible afirmar que la seguridad alimentaria de los venezolanos se ha deteriorado a medida que ha disminuido la captación de renta petrolera. También que las políticas gubernamentales perdieron efectividad, revelándose incapaces para asegurar crecimiento económico sostenido y reducir la pobreza.
En segundo lugar, se concluye que de continuar las tendencias recientes de reducción de ingresos petroleros y el marco de políticas económicas y de calidad institucional, la seguridad alimentaria de los venezolanos continuará empeorando en 2016, al reducirse la disponibilidad y el acceso físico y económico a los alimentos.
Vistas las cifras de los estudios recientes sobre el rápido crecimiento de la pobreza extrema y el hecho de que la mitad de los hogares no tiene ingresos suficientes para cubrir el costo de la canasta alimentaria normativa, también puede afirmarse que estamos en una situación de crisis alimentaria que requiere de acciones urgentes.
Estamos en una emergencia.
Para la FAO y su sistema mundial de información y alerta una situación de emergencia alimentaria existe  cuando:
“en un determinado año no puede colmar con sus propios recursos el déficit de alimentos provocado por un desastre y necesita, por tanto, ayuda alimentaria externa. De faltar dicha asistencia, la población o una parte importante de la misma se vería gravemente desnutrida o, en casos extremos, expuesta al hambre […] el déficit puede ser causado por un desastre natural o provocado por el hombre, o por una combinación de ambos” (Ver  Rukandema y Gürkan, 2004: p. 1)[15].
En el caso de Venezuela, de no aplicarse los correctivos necesarios, en 2016 podríamos estar en una situación de  emergencia alimentaria. Una que no será causada por un desastre natural, sino por la acción del hombre. Es decir: por la acción de un gobierno que se niega a darle un viraje a su política económica, entrampado como está en su dogma ideológico.
Hay que tomar medidas urgentemente.
No hay que esperar el ajuste integral. El gobierno debe de una vez por todas sentarse a dialogar y buscar soluciones de emergencia con los actores privados.
En el corto plazo, es necesario revisar los precios mínimos pagados a los productores y garantizar rentabilidad, flexibilizar el control de precios (es decir: reformar la Ley de Costos y Precios Justos), facilitar el funcionamiento de los mercados, paralizar las expropiaciones y el acoso al sector privado, entregar dólares y permitir que los privados importen alimentos, insumos, repuestos y maquinaria agrícola además de fortalecer los programas sociales alimentarios, especialmente aquellos que benefician directamente a personas vulnerables (embarazadas, lactantes, niños y escolares), sin descartar la transferencia directa de dinero.
Hay que actuar rápidamente para evitar más sufrimiento en la población.
Estamos en presencia de la paradoja de un país que acaba de tener la más prolongada bonanza petrolera de su historia, pero con una porción muy elevada de su población que no puede acceder de manera segura y permanente a una ingesta suficiente e inocua de alimentos para llevar una vida activa y saludable.
Estamos en emergencia alimentaria. ¿Nos hundieron en el excremento del diablo?
♦♦♦
[1] Profesor Titular. Universidad de Los Andes-FACES-Centro de Investigaciones Agroalimentarias (CIAAL).
[2] Investigación realizada por las universidades Católica Andrés Bello (UCAB), Central de Venezuela (UCV) y Simón Bolívar (USB).
[3] Ver el documento FAO. (2011). Una introducción a los conceptos básicos de la seguridad alimentaria. Disponible haciendo click acá. 
[4] El coeficiente de variación (desviación estándar con respecto al valor promedio) de las importaciones agroalimentaria per cápita fue de 12,5% en el período 1998-2003 y de 41,8% en 2004-2014. Para más detalles ver Gutiérrez S., Alejandro (2015). El sistema alimentario venezolano (SAV): evolución reciente, balance y perspectivas. Agroalimentaria, Vol. 20, pp. 19-60. Para  leerlohaga click acá.
[5] Un análisis más detallado de estas dimensiones puede verse en Gutiérrez S.; Alejandro. (2015). El sistema alimentario venezolano (SAV): evolución reciente, balance y perspectivas. Agroalimentaria, Vol. 20, pp. 19-60. Disponible haciendo click acá.
[6] Ver Diario El Nacional, Edición del domingo 27 de diciembre de 2015 Sector agroproductivo no está en capacidad de revertir escasez en 2016.
[7] Vea esta entrevista al Presidente de la Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos (Cavidea) haciendo click acá.
[8] No se incluyen en estas estadísticas la existencia de la sobrefacturación de dichas importaciones.
[9] Según las estimaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) entre 1998 y 2013 el índice de remuneraciones medias reales en Venezuela disminuyó en 26,2%. A pesar de que no se dispone de información oficial para 2014 y 2015 los aumentos de salarios mínimos, inferiores a la tasa de inflación, permiten estimar nuevas reducciones de los salarios reales en Venezuela para esos años.
[10] Nuestras estimaciones hasta 2007 coinciden con las del INN. A partir de 2008 consideramos que hay sobreestimación de las disponibilidades de energía alimentaria/persona/día en las estadísticas oficiales del INN y de la FAO. Por esa razón nuestras estimaciones de la disponibilidad para consumo humano (DCH) de energía alimentaria (calorías/persona/día), para el período 2008-2014, se basan en un modelo econométrico sencillo que utiliza como variable para proyectar el PIBPC. Este modelo tuvo un alto coeficiente de correlación positiva, estadísticamente significativo al 1%.
[11] Adicionalmente debe tenerse presente que un argumento adicional para revisar tanto las estadísticas del INN como las de la FAO de DCH de alimentos es que están sobreestimadas, pues usan estadísticas de producción agrícola suministradas por el gobierno (MPPAT) que son muy superiores a las que presentaron los gremios agrícolas, sobre todo en el período 2008-2014.
[12] Según nuestras estimaciones la DCH de calorías/persona/día en ningún año del período analizado  superó en 10% los requerimientos nutricionales mínimos fijados por el INN, y eso significa que hubo una suficiencia precaria de la DCH.
[13] Puede también mencionarse que un factor negativo de estas redes gubernamentales es que la mayor parte de los productos que distribuyen es de origen importado, llegando esto a significar en promedio en el lapso 2003-2014 el 60,3% del tonelaje distribuido, cifra que  en 2014 se elevó al 89%. En una nueva estrategia agroalimentaria nacional, las compras gubernamentales de alimentos a los productores nacionales deberán usarse para estimular la sustitución de importaciones, generar empleo y reactivar la economía.
[14] Para ver la nota completa hacer click acá.
[15] Rukandema, Mwita y Gürkan, A.A. (2004). Emergencias alimentarias, seguridad alimentaria y progreso económico en los países en desarrollo. FAo, Roma.  Disponible haciendo click acá.