lunes, 27 de abril de 2020

EL CONFESIONARIO / De la pachanga de los precios especulativos a la parranda de los saqueos..




"Vivimos un desmadre casi total, en el que la desconfianza, la mezquindad y la codicia nos han aplastado, pero no lo aceptamos ni lo queremos ver, siquiera. Y sin un buen diagnóstico, no hay mal que se pueda curar".
MANUEL ISIDRO MOLINA
La incipiente cadena de saqueos que se va tejiendo en Venezuela, no debe sorprender a nadie. Está ocurriendo y no va a parar, a menos de que paren las prácticas delictivas impunes en la economía venezolana, tanto la pública como la privada: Quieren seguir robando impunemente al pueblo venezolano, al ritmo de sus codiciosas agallas? Sigan, pues...

"El pueblo venezolano no se va a dejar matar de hambre", como lo advertí en artículo anterior:


"Todo cambió y nada será igual. Es cuestión de meses, para que los aferrados a sus parcelas mezquinas y su voracidad codiciosa, se den cuenta de que el mundo cambió y Venezuela también.


"Y lo voy a decir en criollo: la jodedera se acabó, damas y caballeros! O nos enseriamos o nos enseriamos. Así de sencillo... Se acabó la pachanga y el choreo gozón!"

En esencia, el problema es muy de fondo, no solo económico o financiero, que sí lo es, sino también de orden ético y moral a todo nivel, en las instituciones pública -civiles y militares-, en la economía privada -con amplios rasgos delictivos-, y en las organizaciones sociales y políticas en Venezuela. 

Vivimos un desmadre casi total, en el que la desconfianza, la mezquindad y la codicia nos han aplastado, pero no lo aceptamos ni lo queremos ver, siquiera. Y sin un buen diagnóstico, no hay mal que se pueda curar.

El empobrecimiento masivo de la población ha sido su brutal consecuencia: todos contra todos, capitalismo salvaje, sociedad salvajizada, con un gobierno enervado por la corrupción, fenómeno que ha hecho metástasis en dos cuerpos de seguridad pública: la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía Nacional Bolivariana (PNB), cuyos agentes corrompidos de todos los grados se han convertido en vulgares agresores de la economía, la dinámica social y el bolsillo de cada ciudadano. 

Aclaro y reitero (auque no debía hacerlo, pero es que los cínicos fastidian) que cuando denuncio a los militares y policías corruptos, así como a los empresarios y burócratas corruptos, todos delincuentes; no estoy metiendo a todo mundo en un mismo saco: la sociedad venezolana tiene suficientes reservas morales como para derrotarlos, procesarlos judicialmente y lograr un salto cualitativo hacia el futuro. Y no es solo que no todos son ladrones, sino que la mayoría somos gente proba, útil, responsable, solidaria y eficiente, como ha quedado demostrado aquí en nuestra patria y en el exterior.

Si algo enrarece y perturba el debate público nacional es el cinismo y la sinvergüenzura de los pillos incrustados en los ámbitos políticos, empresariales y comunicacionales, bajo el influjo del cepo chavismo/antichavismo que ha polarizado la opinión pública a punta de manipulación, evasiones y mentiras.

A nuestra gente no se le puede seguir humillando y hambreando como hasta ahora, impunemente. El país pobre, muy empobrecido, está reaccionando a su manera y lo va a seguir haciendo, en la medida en que los corresponsables de la tragedia no cesen su irresponsabilidad y sus prácticas delictivas saqueadoras de la familia venezolana.

Soy partidario de la paz y me opongo firmemente a la violencia fratricida, razón por la cual rechazo la guerra civil y su aplaudida vertiente de la invasión militar colombo-estadounidenses precedida por el criminal bloqueo Trump/Guaidó. De la misma forma, debemos rechazar los saqueos por hambre y los saqueos por bandas delictivas entremezcladas con la población desesperada.

Si el desmadre no cesa, si no detienen el robo al pueblo -incluida la clase media empobrecida-, esto no va a parar. Tengan la seguridad de que la desconfianza, el hambre y la desesperación del pueblo se incrementará hasta hacerse torbellino de saqueos y otras expresiones de ira popular. 

El aumento salarial / Ingreso familiar
Ya ocurrió, y lo respaldo, el tímido aumento salarial presidencial, vigente a partir del 1ro. de mayo próximo: Bs. 800.000,00 (salario base+bono de alimentación) que no alcanzan para mucho individualmente, pero suman y fortalecen el ingreso familiar junto con las pensiones, jubilaciones y asignaciones sociales impactadas por el aumento base.

La irracionalidad política e ideológica genera una especie de negatividad automática, especie de reflejo condicionado, según la cual todo aumento salarial decretado por el gobierno genera "más inflación". Y te repiten el cuento de que "siempre los salarios van por la escalera y los precios por el ascensor". Niegan estos loros del neoliberalismo más rapaz, que hasta en Estados Unidos de América (EEUU) -su casi único referente de vida y prácticas económicas- existe salario mínimo: $ 9,50 la hora. 

Aquí quieren pagar miseria a sus trabajadores, y la mayoría de los empresarios -en Venezuela- cree que si pagan un sueldo mensual de $ 100,00 están demostrando no solo su buena voluntad sino que hacen un acto de justicia: $ 3,33 DIARIOS!!! En EEUU, solo en ocho horas de trabajo, un trabajador no calificado gana $ 76,00 diarios, $ 2.280,00 al mes.  

Discutir una nueva y eficiente política salarial nacional, es indispensable en Venezuela. Mientras no quede en claro cuánto es la participación social en el lucro empresarial (relación capital/trabajo), y cuáles son los niveles racionales de ganancia, esta ecuación no será resuelta y seguirá privando el salvajismo, la explotación y la explicable inconformidad de trabajadores y trabajadoras. Con los actuales niveles de codicia y robo al público consumidor, sin calidad de servicios ni control ético de calidad y garantías, ninguna economía puede ser exitosa.

En el ámbito público, la racionalidad debe imponerse, tanto en la poda burocrática como en la cualificación de ingresos y permanencias en el servicio público, que es parte de la discusión necesaria. Ética y moralmente, el servicio público en Venezuela está destrozado en sus tres niveles: nacional, regional y municipal, sin exclusión de ramas del Poder Público (que incluye, por cierto, a las fuerzas militares, policiales y de seguridad). 

Es decir, el país debe discutirse de otra manera. Nadie puede imaginar que con las destructivas y viciadas prácticas políticas y administrativas, más el abuso de poder y la bochornosa corrupción de funcionarios (otra vez, civiles y militares), Venezuela puede avanzar o siquiera recuperarse en áreas tan sensibles como la economía, la salud, la educación y la convivencia social. Pocos, muy pocos, dentro del ámbito político nacional parecen dispuestos a cesar la pachanga, quieren seguir en lo mismo, y por eso han perdido credibilidad, sin importar su color partidista o rango militar, policial y empresarial.

La pandemia del coronavirus que ha obligado al régimen de cuarentena, ha impuesto la reflexión en medio de tantas dificultades; y ha desnudado el país que nos va quedando, saqueado y descapitalizado, ensombrecido por los delincuentes de la corrupción, el cohecho y la asociación para delinquir. 

El empobrecimiento masivo emergió con fuerza, al caer el grueso de la actividad económica, casi sin capacidad de reacción. Es muy triste lo que vivimos, "nunca lo imaginamos", expresión cada vez más escuchada entre la gente, estupefacta y desesperanzada por el hundimiento del liderazgo conocido, pero dispuesta a superar tantas dificultades, hasta por sobrevivencia.

De manera que se agotó el tiempo de la pachanga, amigas y amigos. Creo que el pueblo ha sacado bien sus conclusiones, en tiempo real, mucho mejor y más rápido que los enquistados hegemones de la politiquería bipartidista del cepo chavismo/antichavismo, los verdaderos corresponsables de nuestra tragedia histórica.

Nuestro pueblo está reaccionando, y ya comienzan las respuestas espasmódicas del gobierno y los refritos de quienes repiten las recetas neoliberales empobrecedoras. 

La inconformidad nacional es mucho mayor que las capacidades de convocatoria de los del cepo maligno, y potencialmente les va a pasar por encima si siguen ambos bandos por el camino que han trajinado mezquina, irresponsable y delictivamente.

El problema, ciertamente, es más serio de lo que algunos en diversos factores de poder están pensando evasivamente. Después de tanto desmadre y tantos sufrimientos, cada día hay menos pendejos en Venezuela; menos gente les cree, más bien los tiene en la mira.

Paren la pachanga! El pueblo está que revienta. Eso es lo que está ocurriendo.




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