"Los problemas universitarios se agravaron y las instituciones casi cierran el total de sus actividades. A estas acciones perversas se unieron las aberraciones ejecutadas por funcionarios de distintos niveles"
"Del lado universitario nos encontramos con la desidia de autoridades y la débil y escasa resistencia de la comunidad"
"El grave deterioro vigente no es fortuito, sino de esperarse y muy anterior a la aparición de la crisis financiera actual"
"La fuga de talentos afecta seriamente a las ciencias y la tecnología del país, pues lo deja sin una masa crítica de científicos"
"Las universidades venezolanas son hoy un espectro de lo que alguna vez fueron"
"La fuga de talentos afecta seriamente a las ciencias y la tecnología del país, pues lo deja sin una masa crítica de científicos"
"Las universidades venezolanas son hoy un espectro de lo que alguna vez fueron"
Luis Fuenmayor Toro
-Médico Cirujano
Universidad Central de Venezuela, 1968.
-Especialista en farmacología
(farmacólogo),
Universidad Central de Venezuela, 1970
-Doctor of Philosophy (PH.D.)
Universidad de Cambridge, UK, 1979.
-Profesor Titular, Universidad Central de Venezuela
-Líneas de investigación: neuroquímica, neurofisiología y conducta motora; políticas
públicas en educación universitaria, ciencia y tecnología y salud pública
lft3003@yahoo.com
lft3003@gmail.com
Resumen
Se analizan trabajos e investigaciones a los cuales se añaden datos estadísticos
de algunas instituciones para ilustrar el grave deterioro actual de la
universidad venezolana. La severa reducción de sus cursantes de pregrado
y postgrado, la disminución de sus egresados, la escasez de profesores investigadores,
el deterioro de la infraestructura, la obsolescencia del equipamiento,
el desabastecimiento de las bibliotecas, la bajísima asignación
presupuestaria y la inseguridad personal y de las instalaciones caracterizan
la situación universitaria actual. Esta ha sido generada por políticas
educativas infames desplegadas desde 2005 agravada luego por la intensa
crisis económica que atraviesa el país. La recuperación será una tarea de
décadas, pues se trata prácticamente de reconstruir desde el principio.
Palabras clave
Universidad; presupuesto universitario; estudiantes; egresados; profesores; sueldos.
Agradezco a los profesores Ernesto Fuenmayor
(UCV), Carmen Carrasquel (ULA) y María Luisa Maldonado
(UC) por la recopilación de parte de los datos
presentados.
Luis Fuenmayor Toro
Introducción
Uno de los graves problemas en la Venezuela actual, para precisar el estado
en que se encuentra el sector universitario venezolano o cualquier otro
sector de la sociedad, es la dificultad de los investigadores y sus equipos
para deslastrarse de las distorsiones creadas por los prejuicios existentes
y las posiciones asumidas en la lucha política del presente.
La beligerancia
política ha alcanzado niveles alarmantes dada la polarización vigente en el
país desde hace unos 20 años, que obstaculiza una visión clara y objetiva
de la realidad.
Así, se llega a negar verdades más que evidentes en el afán de descalificar
al contrario.
En el sector universitario, por ejemplo, el gobierno y sus
seguidores afirman que la universidad venezolana ha mantenido excluidos
a los sectores populares, lo cual no es respaldado en absoluto por las investigaciones
del último medio siglo.
Por su parte, para la oposición extremista
la creación de un sistema universitario paralelo al existentes en 1998 es
una aberración nunca vista en el país, lo cual también es falso pues, a partir
de 1970 se crearon las llamadas universidades experimentales como un
sistema paralelo al de las universidades autónomas existentes.
Otra dificultad para el estudio del sector, esta vez instrumental, es la ausencia
de publicaciones oficiales con la información estadística del mismo.
Para 2004, existían muchas publicaciones periódicas con los datos estadísticos
actualizados del sector, oficial y privado, gracias al esfuerzo sostenido
desde 1999 por la Oficina de Planificación del Sector Universitario (OPSU) y
el Secretariado Permanente del Consejo Nacional de Universidades (CNU)
(Tabla 1). Al ser descontinuadas estas publicaciones, el sector educativo
superior ha quedado sin la información necesaria para su evaluación permanente.
A pesar de estas limitaciones presentamos el panorama actual de la universidad
venezolana, principalmente en el área académica y en la situación
de la comunidad universitaria, es decir, de sus profesores y estudiantes, el
financiamiento y la planta física.
Ilustraremos con algunas cifras no publicadas
y datos concretos el enorme deterioro ocurrido y su desarrollo temporal,
el cual es tan obvio que más que una demostración requiere de una
valoración de su gravedad.
Analizaremos la información de investigaciones
científicas, así como las publicadas por las instituciones y el gobierno y
las obtenidas de materiales informativos institucionales y de datos gentilmente
aportados por el personal académico y técnico de las instituciones.
Breve reseña histórica
En 1958 había en Venezuela tres universidades oficiales, dos de ellas coloniales
y dos privadas de muy reciente creación. La matrícula total era de
unos 12 mil estudiantes y las carreras profesionales estaban restringidas a
las más tradicionales, con postgrados limitados al área de la salud pública y
sin mayor investigación científica (Fuenmayor Toro, 2002).
Para 1998, el número de universidades oficiales era de 18 (+600%), las
privadas de 20 (+1000%), la matrícula estudiantil de unos 600 mil cursantes
(+5,000%), sin contar los 280 mil estudiantes de carreras cortas de los institutos tecnológicos y colegios universitarios, antes
inexistentes.
El postgrado se desarrolló y su número
alcanzó el millar de programas en el sector oficial y
unos 250 en el privado. Este aumento fue a expensas
de las especializaciones y luego de las maestrías,
en tanto el doctorado quedó rezagado (Fuenmayor
Toro, 2002).
En este mismo lapso se crearon las carreras de
tres años de duración dictadas en institutos (31) y
colegios universitarios (8) oficiales y sus equivalentes
privados (55), conducentes al grado de técnico
superior universitario.
La tasa de atención a la población,
entre 20 y 24 años de edad, creció desde alrededor
de un 3% para finales de los años cincuenta, hasta
33% en 1995 (OPSU, 2001, p. 5).
Se instrumentó la
carrera académica con un escalafón de cinco niveles,
concurso de oposición público para el ingreso y defensa
pública ante un jurado de un trabajo de investigación
original para el ascenso.
Los sueldos variaban
entre 800 dólares para el primer nivel y 3,000 para
el último. El total de docentes se elevó a unos 40 mil,
de los que 8 mil eran del sector privado (Fuenmayor
Toro, 2002).
Este crecimiento requirió de un importante aumento
en la asignación presupuestaria, la cual creció
25 veces entre 1964 y 1981, al pasar de 43.29 millones
de dólares a 1,050.47 millones, lo cual no solo no pudo
sostenerse posteriormente, sino que sobrevino una limitación
financiera importante a raíz de la grave crisis
económica ocurrida en Venezuela a partir de 1983
(Fuenmayor Toro, 2002).
Toda esta descripción debería obviar cualquier
discusión sobre si hubo o no un desarrollo positivo
de la educación universitaria venezolana en el período
1958-1998, pese a la contracción habida en las
últimas dos décadas del siglo XX.
La universidad venezolana en el siglo XXI
Período 1999-2004: García-Guadilla, Montilva, Acedo,
Lepage y Otero (2006) describen las políticas y
las acciones oficiales en el sector universitario nacional
a partir de 1999, cuando asume la presidencia
de Venezuela el teniente coronel Hugo Chávez Frías.
Para estos autores hubo un primer período, 1999-
2004, en el cual las políticas públicas hacia la educación
universitaria y la dirección de los organismos
oficiales encargados de la misma estuvieron a cargo
de académicos, procedentes en su mayoría de la Universidad Central de Venezuela (UCV), que habían ejercido funciones académico-administrativas y gremiales y que, por lo tanto, conocían muy bien el
sector educativo superior. Se trataba de profesores investigadores que “en
la década de los ochenta y los noventa lideraron la política universitaria
desde sus propias instituciones académicas con posiciones de rechazo hacia
la política oficial de entonces, calificada de neoliberal, y proponiendo
alternativas” (García-Guadilla et al., 2006, p. 8).
Las políticas y sus ejecutorias se instrumentaron a través de varios programas
y proyectos, principalmente de la OPSU, entre los que destacó el
Proyecto Alma Mater para el mejoramiento de la calidad y la equidad de la
educación universitaria en Venezuela (OPSU, 2001) y estuvieron dirigidos
a:
· Elevación de la calidad académica mediante programas en todas las
universidades oficiales. Creación del sistema de evaluación y acreditación,
fortalecimiento de la carrera académica profesoral, ejecución
de un programa de formación de doctores, soporte financiero y equipamiento
de las unidades de investigación existentes, dotación de las
bibliotecas principales de escuelas y facultades de todas las universidades
con los libros de texto de los estudiantes y dotación de salas de
computación con acceso a internet para uso estudiantil como sitios de
trabajo y búsqueda y no como laboratorios de enseñanza (OPSU, 2001;
García-Guadilla et al., 2006).
· Garantizar la equidad en el ingreso estudiantil, perfeccionando el instrumento
de selección existente (Prueba de Aptitud Académica), uso
de los promedios de notas normalizados por planteles para evaluar el
rendimiento de los aspirantes, diseño e instrumentación de una prueba
de exploración vocacional, otorgamiento de becas a los seleccionados
de los niveles socio-económicos “D” y “E” y seguimiento institucional
de su rendimiento.
Además, se construyó la Aldea Universitaria de Santa
Elena de Uairén (Fuenmayor Toro, 2004), programa a ser replicado
en municipios fronterizos para dar educación de calidad a poblaciones
históricamente marginadas; proyecto que fue más tarde distorsionado
y envilecido en su aplicación en el resto del país (OPSU, 2004; García-Guadilla
et al., 2006).
· Financiamiento oficial de las universidades mediante un modelo de
asignación presupuestaria calculado sobre bases técnicas con indicadores
y fórmulas, que fue discontinuado a partir de 2005 (García-Guadilla
et al., 2006).
· Construcción de nueva planta física, conclusión de obras paralizadas
por años, reparación y remodelación de edificios, laboratorios y aulas
de docencia e investigación en todas las universidades autónomas y
experimentales (García-Guadilla et al., 2006). Se presenta a manera
de demostración los resultados de este programa en la Universidad de
Carabobo, en trabajo con sus rectores para el lapso 2000-2008 (Tabla 2).
Esta institución hizo excelente uso de los recursos financieros asignados
para este fin. Al igual que ella, todas las universidades se beneficiaron
de este programa.
· Regularización institucional. Legalización o cierre de sedes y programas
no autorizados en universidades oficiales y privadas; mejoramiento
del transporte estudiantil universitario con la dotación de unidades
de transporte colectivo, creación de la Universidad Bolivariana de Venezuela,
puesta en marcha de la Universidad de Yaracuy, transformación
en universidades de tres instituciones académicas existentes que
reunían los requisitos a tal efecto (García-Guadilla et al., 2006) y creación
de cuatro institutos universitarios de tecnología.
“Todos los programas mencionados anteriormente fueron descontinuados
a finales de 2004, cuando el Director de la OPSU y todo su equipo
fueron desplazados” (García-Guadilla et al., 2006, p. 10) al ser designado
ministro un funcionario sin experiencia en el sector, sin conocimiento
del mismo y con una línea de asumir la educación universitaria con criterio
politiquero, ideológico y clientelar.
Se abandonó la calidad académica
y se indujo una masificación desordenada sin atender los requerimientos
de personal académico formado en número suficiente, ni las exigencias
de aulas, laboratorios, equipamiento y bibliotecas. Otro tanto ocurrió con
los programas, menos numerosos y extensos, del Viceministerio de Políticas Académicas, los cuales también desaparecieron al ser sustituido el
equipo dirigente del mismo (García-Guadilla et al., 2006).
Período 2005 en adelante
Hasta mediados de 2003, el presidente Chávez no se había ocupado directamente de la educación universitaria, lo que
permitió realizar los programas académicos señalados.
Para 2003, el jefe de
Estado ya había logrado disipar las conspiraciones que la oposición había
desarrollado desde 2001, entre ellas, la huelga general de ese mismo año,
el golpe de Estado de abril de 2002, el paro general y sabotaje petrolero de
finales de 2002 y principios de 2003. Al salir victorioso de estos incidentes,
Hugo Chávez controla totalmente la Fuerza Armada Nacional, fundamental
en la estabilidad política del país, y Petróleos de Venezuela (PDVSA), de
cuya actividad vive económicamente la nación venezolana. Dispone entonces
de tiempo para comenzar a ocuparse de otros sectores, el educativo
universitario entre ellos.
Es el año de la creación de la Universidad Bolivariana de Venezuela, la
universidad insigne del chavismo, que luego de un corto extravío académico
inicial, asume una función claramente ideologizada y partidaria
dirigida a sus estudiantes, profesores y trabajadores. Baste decir que el
rector que sustituye a la rectora fundadora fue un licenciado en educación
con pocos años de graduado, sin experiencia ni carrera académica
y designado a medio tiempo, pues el resto de su dedicación lo cumplía
como viceministro.
Es el año también de la creación de la Misión Sucre,
supuestamente pensada para atender y nivelar a los estudiantes de bajos
estratos excluidos del sistema, pero realmente dirigida a la creación de
un programa de ingreso paralelo, donde no se tenía que cumplir con los
requisitos establecidos para el resto de los aspirantes (García-Guadilla et
al., 2006). Dentro de la Misión Sucre aparecen las llamadas aldeas universitarias,
distorsión perversa de la idea instrumentada exitosamente en la Gran
Sabana, estado Bolívar, pero con el propósito de construir todo un para
sistema paralelo universitario sin control del CNU, sin posibilidades de
evaluación, sin rendiciones de cuenta, sin datos estadísticos, sin resultados
importantes (García-Guadilla et al., 2006) y donde las inversiones
mil millonarias se administrarán sin control. Secuestran recursos del sector
formal y los desaparecen con total impunidad.
Otro programa ficticio
fue el de los Fundos Zamoranos Universitarios, hecho como fachada de
una educación universitaria socio productiva que respondía a las comunidades
menos favorecidas. De este programa no se conocen su evaluación,
ni resultados, ni existe evidencia del trabajo hecho (García-Guadilla et
al., 2006).
A partir de 2005, el gobierno se embarcó en la creación compulsiva de
universidades, para lo cual transformó los colegios universitarios y los institutos
de tecnología en universidades territoriales sin importar si reunían las
condiciones para ello.
Al mismo tiempo desplegó un hostigamiento de las universidades
autónomas y de aquellas experimentales que no controlaba, las que
fueron sometidas a severas limitaciones presupuestarias, a la paralización
judicial de sus procesos electorales, a la asignación de sueldos miserables a
sus docentes y trabajadores, al deterioro de su planta física y de los servicios
y a las agresiones vandálicas de grupos parapoliciales violentos.
Claramente el gobierno nacional torció radicalmente el rumbo de la
gestión educativa superior que llevó hasta 2004, inclusive. Con la excusa
de combatir la universidad burguesa, el Ministerio de Educación Superior
relegó, el conocimiento científico y la academia para privilegiar la demagogia,
la violación de leyes y normas y la corrupción (Fuenmayor Toro, 2009).
Los problemas universitarios se agravaron y las instituciones
casi cierran el total de sus actividades.
A estas acciones perversas se unieron las aberraciones
ejecutadas por funcionarios de distintos niveles.
Del lado universitario nos encontramos con
la desidia de autoridades y la débil y escasa resistencia
de la comunidad ante este estado de cosas, que
se explica por la fuerte represión desatada por los
cuerpos de seguridad del Estado, la judicialización
de las protestas y las agresiones delictivas de grupos
parapoliciales (Fuenmayor Toro, 2009).
El grave
deterioro vigente no es entonces fortuito, sino de
esperarse y muy anterior a la aparición de la crisis
financiera actual.
Equidad sin calidad: un engaño recurrente
En su ideologización paranoica, el gobierno trata el
problema de la equidad en el ingreso sin atender a
todos los cambios positivos que se habían efectuado
en los primeros años de su propia gestión gubernamental.
Se abandona el sistema que había sido diseñado y establecido y que garantizaba equidad con
calidad en el acceso estudiantil a las universidades
(Fuenmayor Toro y Mejías, 2004; Sarco-Lira y Fuenmayor
Toro, 2004).
Se adopta, a partir de 2008, un
sistema que llevó a las condiciones socioeconómicas
a determinar el 50 % del puntaje necesario para ser
seleccionado (Parra-Sandoval y Núñez-Torres, 2016;
Luis, Cortázar y Fuenmayor Toro, 2018). Esto significó
el abandono del ingreso por méritos académicos
y transformó a la pobreza en una condición de mé-
rito para la admisión universitaria, situación no solo
absurda sino monstruosa.
El sistema que desde 2015 hace ingresar a las universidades
a aspirantes sin las calificaciones ni conocimientos
necesarios es, realmente, un generador
de nuevas iniquidades, pues ahora deja fuera a estudiantes
con altísimas calificaciones, pero que no
pertenecen a los estratos socioeconómicos “D” y “E”.
Al respecto, Parra-Sandoval y Núñez-Torres (2016,
p. 10) señalan que: "El principio de equidad, que supuestamente subyace
en esta medida, no llega a cumplirse, en la
medida en que los estudiantes de los estratos IV
y V provengan de instituciones oficiales de educación
básica y media de baja calidad, donde no
están dadas las condiciones para alcanzar niveles mínimos de formación, como se ha demostrado e
incluso reconocido por el propio gobierno (...)
De hecho, los estudiantes asignados por esta vía
en los años 2014, 2015 y 2016, renunciaron a las plazas
otorgadas en proporción anual creciente" (Luis, E.
et al., 2018).
Disminución creciente de la matrícula
estudiantil y de los egresados
Ya a partir de 2009 comienza a verse una afectación
negativa matricular en las universidades, la cual no
solo es producida por los cambios en la política de
selección e ingreso. Es también el resultado del deterioro
de las condiciones de vida en el país: el crecimiento
de la pobreza general (80%) y extrema (55%),
las graves dificultades del transporte, la carencia de
los servicios públicos, la escasez de dinero en efectivo
y el deterioro manifiesto de las actividades institucionales.
Las cifras nacionales oficiales de matrícula
estudiantil de pregrado señalan un máximo
para 2012 que luego decrece 7.2% en 2013 y 23.3%
en 2014. También se redujo la matrícula de las especializaciones
de postgrado en 46% entre 2009 y 2014
(Parra-Sandoval y Torres-Núñez, 2016).
La Misión Sucre, teóricamente creada para la
inclusión universitaria, se vio reducida en 25.9 por
ciento en ese mismo lapso, lo que revela el fracaso
de la política gubernamental. Este programa demostró
desde sus inicios su inefectividad para cumplir
su supuesta misión pues, de hecho, generaba una importante
deserción estudiantil debida a la existencia
de cursantes con muy malas condiciones sociales y
económicas a las que se sumaban las limitaciones
e incoherencias de los planes, métodos de estudio
y funcionamiento de la Misión Sucre (Fuenmayor
Toro, et al., 2009).
Para 2017, se denuncia en la Universidad del Zulia
reducciones matriculares de 27.3% en la Escuela
de Derecho y 34% en la Facultad de Agronomía; en
el núcleo de la Universidad de Oriente de Puerto
Ordaz se reseña una caída de 68.8% para ese mismo
año (Aula Abierta, 2017).
En la UCV también
se ha reportado una disminución de la matrícula
estudiantil entre los años 2012 y 2018 en sus tres
facultades más grandes: medicina (-61.9%), humanidades
y educación (-12.1%) y ciencias económicas
y sociales (-36.0%) (Alfonso, 2018).
Los datos que presentamos en la tabla 3a ilustran esta reducción del número de estudiantes
a partir de 2013, esta vez en el caso de la Facultad de Ciencias de
la UCV que llega a alcanzar más de un 50 % en 2018.
Como era de esperarse, el número de egresados se ha reducido en los
últimos años (Parra-Sandoval y Torres Núñez, 2016). Entre 2010 y 2014,
los de pregrado cayeron de 150,107 a 76,911 (-48.8%), los de las especializaciones
bajaron de 9,730 a 5,868 (-39.7%), los de maestrías de 12,510
a 3,687 (-70.5%) y los de doctorado de 755 a 308 (-59.2%). En la UCV, la
reducción de los egresados se produjo no en tan elevadas proporciones
(Tabla 3b), lo que puede tener relación con que es una institución situada
predominantemente en Caracas, la ciudad menos afectada por la crisis.
La tabla 3b muestra que en los primeros seis años del gobierno de Chávez la matrícula se incrementó, reforzando la tesis de García-Guadilla et al. (2006) de que el deterioro es posterior a 2004. Las reducciones habidas junto con la emigración de profesionales generan el grave déficit de estos –principalmente de médicos, ingenieros, docentes y personal técnico– que sufre hoy Venezuela.
La gravedad de la situación es más clara si sabemos que en los niveles previos al universitario hay una importante deserción estudiantil. En un estudio de agosto de 2019, FundaRedes descubre una deserción escolar del 78% y una asistencia irregular del 66% de quienes permanecen en el sistema. En las universidades, el estudio apunta también a la presencia de ausentismo y deserción estudiantil, agravada por la inexistencia de servicios de alimentación, salud y transporte, el grave deterioro de las actividades académicas y las renuncias docentes ante los bajísimos sueldos.
Por su parte, UNICEF (2019) denuncia que más de un millón de niños están sin escolarizar, lo que niega la propaganda gubernamental de la existencia de escolarización plena en Venezuela.
Una demostración palpable de lo señalado es el caso de las renuncias docentes en la Facultad de Ciencias de la UCV (Tabla 4) que se cuadruplicaron entre 2014 y 2018 en relación con las ocurridas entre 2009 y 2013, período de igual duración. La misma tabla muestra que otro tanto ocurrió, aunque en magnitud menor, con los docentes contratados. En ambos períodos las renuncias docentes fueron mayores en los dos niveles más bajos del escalafón, que acumularon más del 60% de estas, lo que corresponde al personal académico joven, en formación o recientemente formado (Tabla 4).
Las renuncias en los otros sectores siguieron el mismo patrón, con la curiosa excepción del personal administrativo. Las reposiciones de cargos docentes también se han visto comprometidas, pues los profesionales existentes no atienden las ofertas de las universidades para cubrir las vacantes. Los sueldos no son atractivos, a lo que se suman las pésimas condiciones de trabajo.
En la ULA, por ejemplo, durante 2019 en 126 llamados a concursos de oposición no se logró que ningún aspirante participara. Las facultades más afectadas fueron ciencias económicas y sociales, 21 casos; medicina, 20; ingeniería, 14; odontología, 12; ciencias, 9, y humanidades y educación, 7. El núcleo universitario más afectado fue el del estado Táchira con 22 casos.
La tabla 5 muestra la evolución de los sueldos de los docentes investigadores venezolanos desde los años setenta. Se observa cómo se incrementaron hasta 1982, cuando alcanzaron niveles aceptables internacionalmente.
La crisis económica de entonces más la caída de los precios petroleros indujeron una reducción salarial muy drástica, que alcanzó más del 80% y que se prolongó hasta finales de los ochenta. Se inicia luego una muy modesta recuperación que se potencia a comienzos de este siglo en el gobierno de Hugo Chávez, cuando alcanza un 72% de los niveles salariales de 1982, dato que ratifica la tesis de que el deterioro se desarrolló luego de los primeros seis años de gobierno de Chávez.
La tabla 5 nos muestra la reducción posterior de los sueldos que se hace brutal en 2015 y sigue hasta hoy cuando se desploma a montos muy por debajo del nivel de subsistencia.
Es imposible pensar que las reducciones en el número de los profesores investigadores, la merma en las maestrías y doctorados y las limitaciones de los servicios (agua potable, suministro eléctrico y telecomunicaciones) iban a dejar incólume la producción de conocimientos de las universidades, la actividad académica más sensible a estas variaciones.
De hecho, en la UCV los programas financiados por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH), como el de formación de investigadores (becas) y los de proyectos de investigación y de asistencia a eventos científicos, se han ido reduciendo hasta casi desaparecer (Tabla 6).
La fuga de talentos afecta seriamente a las ciencias y la tecnología del país, pues lo deja sin una masa crítica de científicos, que imposibilita tener la generación de relevo necesaria y que será muy difícil corregir.
De toda la emigración de científicos venezolana desde 1960 hasta 2014 (1,783 investigadores), el 84.8% se produjo desde 1999 (Requena y Caputo, 2016), afectando mayormente a los investigadores responsables de más del 30% de las publicaciones hechas en el país. Y esto ocurría hasta hace 5 años, cuando aún estábamos lejos del grado actual de deterioro.
Esta investigación revela datos que soportan algunos de nuestros señalamientos. “Durante los primeros años del siglo XXI hasta el año 2008, la tasa anual de incremento en el número de publicadores se mantuvo estable e igual a la última tasa del siglo anterior, del orden de 80 publicadores por año” (Requena y Caputo, 2016, p. 447), lo que significa que el deterioro arrancó con posterioridad.
Los científicos emigrantes son principalmente personas entre 30 y 45 años, lo que se corresponde con la tendencia ya señalada de las renuncias docentes ocurridas en la Facultad de Ciencias de la UCV (Tabla 4).
En ese momento arrancan tres décadas de holgura financiera y crecimiento institucional gracias a las medidas tomadas por el Libertador, período que finaliza con la abolición de la esclavitud que deja a las haciendas entregadas por Bolívar sin mano de obra y la guerra federal y el despojo que le hace el presidente Guzmán Blanco de sus bienes inmuebles.
A partir de ese momento se reinicia un largo período de limitaciones financieras, acompañadas incluso de cierres institucionales hasta 1958, cuando luego de la caída del gobierno de Pérez Jiménez, un segundo período de holgura financiera se presenta con el advenimiento del régimen democrático representativo. Se genera un crecimiento y desarrollo de todo el sistema universitario nacional que se mantiene hasta principio de los años ochenta, cuando se desata la crisis económica de esa época (Fuenmayor Toro, 2002).
Lo señalado se muestra en la tabla 7, que presenta el comportamiento del presupuesto de las universidades desde 1964 hasta el presente. En la misma, se tuvo cuidado en presentar siempre las cifras mínimas y máximas de las fluctuaciones ocurridas. Se observa el constante incremento presupuestario desde 1964 hasta alcanzar el monto de 1981, hacia la primera mitad del período democrático representativo. Luego ocurre una importante caída que se mantiene hasta finales de los ochenta, debida a la crisis económica de entonces que causó severos daños a las instituciones en su infraestructura, equipamiento, bibliotecas, personal académico, bienestar social y sueldos docentes y de los trabajadores en general.
La recuperación financiera casi total hacia el final de la década de los noventa es seguida, en los primeros años de este siglo, por una más que duplicación del presupuesto universitario que para 2001 alcanza la mayor cifra en dólares en términos absolutos que haya sido otorgada a las universidades (Tabla 7).
Los montos se reducen luego como consecuencia de los hechos políticos ocurridos entonces: golpe de Estado en 2002, huelga general empresarial (lock out) en 2002 y el sabotaje a la industria petrolera a finales de 2002 e inicios de 2003.
En 2008 se produjo una recuperación de un 85% del presupuesto de 2001 para luego iniciar un descenso con motivo del comienzo de la crisis económica actual que llevó los montos presupuestarios a las ínfimas cifras de 2015 y 2018.
A los infames presupuestos que no permiten funcionar, ni mucho menos mantener lo existente, se une el absoluto abandono por parte del Estado en lo que respecta a la seguridad de personas y bienes.
Además, todas las universidades han sido judicialmente impedidas de renovar a sus autoridades como lo ordenan la Constitución y las leyes, lo que lleva a tener las mismas autoridades centrales y decanales desde hace más de diez años, con el normal agotamiento que esto significa.
Se quiere imponer un sistema electoral que trata a estas instituciones como si fueran pequeñas repúblicas. No se quiere entender que las instituciones basadas en el conocimiento son de carácter meritocrático, por lo que la democracia republicana no les es aplicable, como no lo es a las fuerzas armadas de ningún país, ni a los hospitales, ni a la iglesia.
Comprender que no se puede elegir por votaciones al piloto de un avión, ni al ingeniero civil que construirá una autopista, ni al cirujano que actuará en un quirófano, parece estar fuera de las posibilidades intelectuales de quienes hoy gobiernan. No se elige doctores ni profesores de ningún grado en asambleas, como tampoco los graduados son los estudiantes más votados por sus compañeros, ya que en todas estas actividades el conocimiento es el que determina las posiciones a ocupar.
Menos se entiende que estudiantes y profesores son iguales entre sí en sus derechos civiles y políticos, pero no en sus jerarquías académicas. Un estudiante recién iniciado no es académicamente igual a su compañero a punto de graduarse, pues si lo fuera para qué pasar por cinco o seis años de estudios, entrenamientos y formación. Las relaciones entre un tutor de doctorado y el estudiante graduado no es una relación de poder. Aquél no es el jefe de este, su autoridad deriva del conocimiento que tiene, del cual el estudiante se beneficiará y por ello incluso es él quien lo escoge.
Las universidades han sido desmanteladas por el hampa en actos vandá- licos de naturaleza política, ocupación ilegal de sus espacios, impedimento físico de sus labores, desvalijamiento de sus dependencias, sustracción de material especializado de sus instalaciones, atracos colectivos en aulas de clase y hasta asesinatos.
La Universidad de Oriente es una de las más afectadas, como lo describe Fariñas (2019) dramáticamente. Todas las instituciones universitarias y educativas, en general, son víctimas de esta gravísima situación que queda impune ante la indolencia gubernamental.
La Universidad del Zulia tiene paralizadas muchas de sus actividades. La UCV es víctima permanente, en especial su Instituto de Medicina Tropical, Facultad de Medicina, al que un grupo parapolicial de delincuentes le declaró la guerra y lo ha desvalijado una treintena de veces en dos años. En algunas de las incursiones se han llevado hasta animales de laboratorio inoculados con bacterias y parásitos (Freisler, 2019).
Su actual orfandad se debe a las políticas de hostigamiento de todo tipo y cerco financiero impuestos por el gobierno nacional, iniciados a partir de 2005 y profundizados con posterioridad a 2012. Ha sido muy grave que internamente haya docentes, que se hayan prestado cobardemente a patrocinar las actitudes infames contra la institución. También que no haya habido la suficiente consecuencia por preservar la academia y defender la institución por parte de sus autoridades, muchas veces ocupadas más de sus proyectos políticos nacionales o incluso, en forma aberrante, de sus negocios ilícitos.
Rescatar la universidad va a ser un trabajo muy difícil y de largo aliento. Dos a tres décadas, si se asume como prioridad nacional y se ejecuta con ahínco y constancia. Recuperar la planta de docentes-investigadores bien formados, la infraestructura física, las dotaciones de todo tipo y la mística del trabajo académico creativo y de calidad son los retos fundamentales. Erradicar el facilismo y el igualitarismo ideologizado serían las premisas principales.
VER COMPLETO EN:
Universidades, Vol 71, Nº 83, pp 31-51, enero-marzo 2020,
http://udualerreu.org/index. php/universidades/article/ view/75/78
La tabla 3b muestra que en los primeros seis años del gobierno de Chávez la matrícula se incrementó, reforzando la tesis de García-Guadilla et al. (2006) de que el deterioro es posterior a 2004. Las reducciones habidas junto con la emigración de profesionales generan el grave déficit de estos –principalmente de médicos, ingenieros, docentes y personal técnico– que sufre hoy Venezuela.
La gravedad de la situación es más clara si sabemos que en los niveles previos al universitario hay una importante deserción estudiantil. En un estudio de agosto de 2019, FundaRedes descubre una deserción escolar del 78% y una asistencia irregular del 66% de quienes permanecen en el sistema. En las universidades, el estudio apunta también a la presencia de ausentismo y deserción estudiantil, agravada por la inexistencia de servicios de alimentación, salud y transporte, el grave deterioro de las actividades académicas y las renuncias docentes ante los bajísimos sueldos.
Por su parte, UNICEF (2019) denuncia que más de un millón de niños están sin escolarizar, lo que niega la propaganda gubernamental de la existencia de escolarización plena en Venezuela.
Grave déficit de personal académico
Este aspecto es uno de los más importantes de la crisis universitaria. La
fuga de cerebros académicos amenaza los programas de docencia e investigación,
así como a las instituciones, y deja al país en condiciones muy
disminuidas de cara al futuro. Ya no solo son las jubilaciones no repuestas
de los docentes, ahora se trata de la ida de docentes investigadores en búsqueda
de mejores sueldos y condiciones de vida, lo cual los hace marcharse
incluso del país. Una demostración palpable de lo señalado es el caso de las renuncias docentes en la Facultad de Ciencias de la UCV (Tabla 4) que se cuadruplicaron entre 2014 y 2018 en relación con las ocurridas entre 2009 y 2013, período de igual duración. La misma tabla muestra que otro tanto ocurrió, aunque en magnitud menor, con los docentes contratados. En ambos períodos las renuncias docentes fueron mayores en los dos niveles más bajos del escalafón, que acumularon más del 60% de estas, lo que corresponde al personal académico joven, en formación o recientemente formado (Tabla 4).
Las renuncias en los otros sectores siguieron el mismo patrón, con la curiosa excepción del personal administrativo. Las reposiciones de cargos docentes también se han visto comprometidas, pues los profesionales existentes no atienden las ofertas de las universidades para cubrir las vacantes. Los sueldos no son atractivos, a lo que se suman las pésimas condiciones de trabajo.
En la ULA, por ejemplo, durante 2019 en 126 llamados a concursos de oposición no se logró que ningún aspirante participara. Las facultades más afectadas fueron ciencias económicas y sociales, 21 casos; medicina, 20; ingeniería, 14; odontología, 12; ciencias, 9, y humanidades y educación, 7. El núcleo universitario más afectado fue el del estado Táchira con 22 casos.
La tabla 5 muestra la evolución de los sueldos de los docentes investigadores venezolanos desde los años setenta. Se observa cómo se incrementaron hasta 1982, cuando alcanzaron niveles aceptables internacionalmente.
La crisis económica de entonces más la caída de los precios petroleros indujeron una reducción salarial muy drástica, que alcanzó más del 80% y que se prolongó hasta finales de los ochenta. Se inicia luego una muy modesta recuperación que se potencia a comienzos de este siglo en el gobierno de Hugo Chávez, cuando alcanza un 72% de los niveles salariales de 1982, dato que ratifica la tesis de que el deterioro se desarrolló luego de los primeros seis años de gobierno de Chávez.
La tabla 5 nos muestra la reducción posterior de los sueldos que se hace brutal en 2015 y sigue hasta hoy cuando se desploma a montos muy por debajo del nivel de subsistencia.
Deterioro de la investigación científica
Otra área, cuyo quebranto ilustra la crisis del sector universitario, es la
relativa a la creación de conocimientos. Es imposible pensar que las reducciones en el número de los profesores investigadores, la merma en las maestrías y doctorados y las limitaciones de los servicios (agua potable, suministro eléctrico y telecomunicaciones) iban a dejar incólume la producción de conocimientos de las universidades, la actividad académica más sensible a estas variaciones.
De hecho, en la UCV los programas financiados por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH), como el de formación de investigadores (becas) y los de proyectos de investigación y de asistencia a eventos científicos, se han ido reduciendo hasta casi desaparecer (Tabla 6).
La fuga de talentos afecta seriamente a las ciencias y la tecnología del país, pues lo deja sin una masa crítica de científicos, que imposibilita tener la generación de relevo necesaria y que será muy difícil corregir.
De toda la emigración de científicos venezolana desde 1960 hasta 2014 (1,783 investigadores), el 84.8% se produjo desde 1999 (Requena y Caputo, 2016), afectando mayormente a los investigadores responsables de más del 30% de las publicaciones hechas en el país. Y esto ocurría hasta hace 5 años, cuando aún estábamos lejos del grado actual de deterioro.
Esta investigación revela datos que soportan algunos de nuestros señalamientos. “Durante los primeros años del siglo XXI hasta el año 2008, la tasa anual de incremento en el número de publicadores se mantuvo estable e igual a la última tasa del siglo anterior, del orden de 80 publicadores por año” (Requena y Caputo, 2016, p. 447), lo que significa que el deterioro arrancó con posterioridad.
Los científicos emigrantes son principalmente personas entre 30 y 45 años, lo que se corresponde con la tendencia ya señalada de las renuncias docentes ocurridas en la Facultad de Ciencias de la UCV (Tabla 4).
Las limitaciones presupuestarias
Las universidades venezolanas se han quejado siempre de ser maltratadas
financieramente por el Estado. De hecho, en 1868 el claustro de la UCV
refiere los sufrimientos de la Real y Pontificia Universidad de Caracas que permaneció “estrecha, pobre y arrimada al Seminario de Santa Rosa hasta
el año 1827 en que regresó a esta capital el Libertador Presidente Simón
Bolívar” (Leal, 1981, p. 30). En ese momento arrancan tres décadas de holgura financiera y crecimiento institucional gracias a las medidas tomadas por el Libertador, período que finaliza con la abolición de la esclavitud que deja a las haciendas entregadas por Bolívar sin mano de obra y la guerra federal y el despojo que le hace el presidente Guzmán Blanco de sus bienes inmuebles.
A partir de ese momento se reinicia un largo período de limitaciones financieras, acompañadas incluso de cierres institucionales hasta 1958, cuando luego de la caída del gobierno de Pérez Jiménez, un segundo período de holgura financiera se presenta con el advenimiento del régimen democrático representativo. Se genera un crecimiento y desarrollo de todo el sistema universitario nacional que se mantiene hasta principio de los años ochenta, cuando se desata la crisis económica de esa época (Fuenmayor Toro, 2002).
Lo señalado se muestra en la tabla 7, que presenta el comportamiento del presupuesto de las universidades desde 1964 hasta el presente. En la misma, se tuvo cuidado en presentar siempre las cifras mínimas y máximas de las fluctuaciones ocurridas. Se observa el constante incremento presupuestario desde 1964 hasta alcanzar el monto de 1981, hacia la primera mitad del período democrático representativo. Luego ocurre una importante caída que se mantiene hasta finales de los ochenta, debida a la crisis económica de entonces que causó severos daños a las instituciones en su infraestructura, equipamiento, bibliotecas, personal académico, bienestar social y sueldos docentes y de los trabajadores en general.
La recuperación financiera casi total hacia el final de la década de los noventa es seguida, en los primeros años de este siglo, por una más que duplicación del presupuesto universitario que para 2001 alcanza la mayor cifra en dólares en términos absolutos que haya sido otorgada a las universidades (Tabla 7).
Los montos se reducen luego como consecuencia de los hechos políticos ocurridos entonces: golpe de Estado en 2002, huelga general empresarial (lock out) en 2002 y el sabotaje a la industria petrolera a finales de 2002 e inicios de 2003.
En 2008 se produjo una recuperación de un 85% del presupuesto de 2001 para luego iniciar un descenso con motivo del comienzo de la crisis económica actual que llevó los montos presupuestarios a las ínfimas cifras de 2015 y 2018.
El deterioro más allá de las cifras
Las universidades venezolanas son hoy un espectro de lo que alguna vez
fueron. Las cifras no nos hacen imaginar la situación dantesca por la que
atraviesan. A los infames presupuestos que no permiten funcionar, ni mucho menos mantener lo existente, se une el absoluto abandono por parte del Estado en lo que respecta a la seguridad de personas y bienes.
Además, todas las universidades han sido judicialmente impedidas de renovar a sus autoridades como lo ordenan la Constitución y las leyes, lo que lleva a tener las mismas autoridades centrales y decanales desde hace más de diez años, con el normal agotamiento que esto significa.
Se quiere imponer un sistema electoral que trata a estas instituciones como si fueran pequeñas repúblicas. No se quiere entender que las instituciones basadas en el conocimiento son de carácter meritocrático, por lo que la democracia republicana no les es aplicable, como no lo es a las fuerzas armadas de ningún país, ni a los hospitales, ni a la iglesia.
Comprender que no se puede elegir por votaciones al piloto de un avión, ni al ingeniero civil que construirá una autopista, ni al cirujano que actuará en un quirófano, parece estar fuera de las posibilidades intelectuales de quienes hoy gobiernan. No se elige doctores ni profesores de ningún grado en asambleas, como tampoco los graduados son los estudiantes más votados por sus compañeros, ya que en todas estas actividades el conocimiento es el que determina las posiciones a ocupar.
Menos se entiende que estudiantes y profesores son iguales entre sí en sus derechos civiles y políticos, pero no en sus jerarquías académicas. Un estudiante recién iniciado no es académicamente igual a su compañero a punto de graduarse, pues si lo fuera para qué pasar por cinco o seis años de estudios, entrenamientos y formación. Las relaciones entre un tutor de doctorado y el estudiante graduado no es una relación de poder. Aquél no es el jefe de este, su autoridad deriva del conocimiento que tiene, del cual el estudiante se beneficiará y por ello incluso es él quien lo escoge.
Las universidades han sido desmanteladas por el hampa en actos vandá- licos de naturaleza política, ocupación ilegal de sus espacios, impedimento físico de sus labores, desvalijamiento de sus dependencias, sustracción de material especializado de sus instalaciones, atracos colectivos en aulas de clase y hasta asesinatos.
La Universidad de Oriente es una de las más afectadas, como lo describe Fariñas (2019) dramáticamente. Todas las instituciones universitarias y educativas, en general, son víctimas de esta gravísima situación que queda impune ante la indolencia gubernamental.
La Universidad del Zulia tiene paralizadas muchas de sus actividades. La UCV es víctima permanente, en especial su Instituto de Medicina Tropical, Facultad de Medicina, al que un grupo parapolicial de delincuentes le declaró la guerra y lo ha desvalijado una treintena de veces en dos años. En algunas de las incursiones se han llevado hasta animales de laboratorio inoculados con bacterias y parásitos (Freisler, 2019).
Conclusiones
Podemos concluir objetivamente que la universidad venezolana atraviesa
uno de los peores momentos de sus casi 300 años de historia, y ciertamente
el peor de los últimos 60 años. Su actual orfandad se debe a las políticas de hostigamiento de todo tipo y cerco financiero impuestos por el gobierno nacional, iniciados a partir de 2005 y profundizados con posterioridad a 2012. Ha sido muy grave que internamente haya docentes, que se hayan prestado cobardemente a patrocinar las actitudes infames contra la institución. También que no haya habido la suficiente consecuencia por preservar la academia y defender la institución por parte de sus autoridades, muchas veces ocupadas más de sus proyectos políticos nacionales o incluso, en forma aberrante, de sus negocios ilícitos.
Rescatar la universidad va a ser un trabajo muy difícil y de largo aliento. Dos a tres décadas, si se asume como prioridad nacional y se ejecuta con ahínco y constancia. Recuperar la planta de docentes-investigadores bien formados, la infraestructura física, las dotaciones de todo tipo y la mística del trabajo académico creativo y de calidad son los retos fundamentales. Erradicar el facilismo y el igualitarismo ideologizado serían las premisas principales.
VER COMPLETO EN:
Universidades, Vol 71, Nº 83, pp 31-51, enero-marzo 2020,
http://udualerreu.org/index.
No hay comentarios:
Publicar un comentario