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que llegó al poder a fines de 2012, el presidente de China, Xi Jinping,
logró consolidar rápidamente su control sobre los tres pilares del
sistema político chino: la burocracia estatal, el Partido Comunista y
las Fuerzas Armadas.
Como respuesta, muchos de sus países vecinos dieron una cauta
bienvenida a un liderazgo con más confianza y estabilidad en Beijing,
con la esperanza de que el nuevo mandatario hiciera gala de una mayor
flexibilidad en relación a los temas regionales pendientes.
Tras años en que se intensificaron las disputas territoriales entre
China y varios estados en el sur y el este del llamado mar de China,
aumentaron los temores de un enfrentamiento accidental en alta mar o de
una confrontación militar directa en una de las vías de navegación más
cruciales del mundo.
En este contexto, la designación a comienzos de 2013 del ministro de
Relaciones Exteriores Wang Yi, un veterano diplomático con considerable
experiencia en temas de Asia, se interpretó como una medida positiva
para amortiguar las disputas territoriales con países vecinos,
especialmente Japón, Vietnam y Filipinas.
Muchos analistas vieron este recambio diplomático como un reflejo del
compromiso de las nuevas autoridades de impedir un mayor deterioro de
sus vínculos regionales, pero mientras Xi Jinping ha apuntalado las maniobras territoriales del país en el océano Pacífico occidental.
A mediados de año, Xi consolidó varias agencias de seguridad marítima
bajo la Administración Nacional de Océanos, lo que garantiza un
respaldo más eficaz y vigoroso de los reclamos territoriales del país.
Según expertos, esto permitió a China intensificar sus patrullajes
por el mar de China del sur y asegurarse el dominio sobre zonas
ocupadas.
Xi fue incluso más lejos, al racionalizar la burocracia de la
política exterior china, con la creación en noviembre del Comité de
Seguridad del Estado. Este es un organismo integrado de toma de
decisiones, que permite al presidente manejar más directamente los
asuntos de seguridad nacional y política exterior.
Antes, los líderes chinos tenían que coordinar las decisiones de
política exterior mediante un complejo entramado de organismos,
específicamente los Pequeños Grupos de Liderazgo sobre Relaciones
Exteriores y Seguridad Nacional y la Comisión Central de las Fuerzas
Armadas.
A fines de noviembre, China impuso unilateralmente una Zona de
Identificación de Defensa Aérea (ADIZ por su sigla en inglés), que cubre
zonas marítimas que reclaman tanto Corea del Sur (el arrecife de Suyan o Leodo) como Japón (las islas Senkaku o Diaoyu) en el mar de China del este.
Para demostrar su compromiso de implementar la nueva medida, China
anunció que “adoptará medidas defensivas de emergencia para responder a
aviones que no cooperen con la identificación o se nieguen a seguir
instrucciones”.
Preocupados por esta decisión de Beijing, Estados Unidos, Japón y
Corea del Sur desafiaron a fines del mismo noviembre a la anunciada
ADIZ, con el envío de aviones militares al área, que ignoraron a las
autoridades chinas.
A esto siguió una visita del vicepresidente de Estados Unidos, Joe
Biden, a la región, donde mantuvo conversaciones directas con diferentes
líderes en Tokio, Beijing y Seúl, con la esperanza de aplacar las
tensiones.
“El anuncio reciente y repentino de China sobre la creación de una
nueva Zona de Defensa de Identificación Aérea ha causado, por decir lo
obvio, aprensión significativa en la región”, se lamentó Biden durante
su visita a Beijing, donde mantuvo tensas conversaciones con Xi.
Mientras, el anuncio del Ministerio de Defensa de China de que
establecería otras ADIZ “en un plazo adecuado, tras completar los
preparativos” preocupó a las naciones del sudeste asiático, que temen la
imposición de una medida similar sobre las disputadas aguas del mar de
China del sur.
“Existe la amenaza de que China vaya a controlar el espacio aéreo (en
el mar de China del este)… Transformará toda la zona aérea en espacio
aéreo interno de China”, dijo el secretario de Relaciones Exteriores de
Filipinas, Albert del Rosario, al criticar abiertamente el anuncio de
Beijing.
“Eso es una infracción y compromete la seguridad de la aviación
civil… (y) la seguridad nacional de los estados afectados”, agregó.
Pero China se negó a anular su ADIZ y envió sus propios aviones de combate al área para hacer cumplir sus normas.
China sostiene que su ADIZ es coherente con las prácticas
internacionales establecidas, porque, recordó, países como Estados
Unidos, Japón, India, Pakistán, Noruega y Gran Bretaña, mantienen sus
propias zonas de identificación aérea.
De hecho, Washington aconsejó a la aviación civil que respete la Zona de Defensa china.
Mientras, Japón y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático
(Asean) han trabajado en una declaración conjunta para expresar su
preocupación común sobre la “amenaza” potencial a la aviación civil
internacional y la exigencia de libertad para sobrevolar la región.
Distintos informes sugieren que el borrador de declaración reafirma
las posiciones comunes de ambas partes sobre la “libertad de navegación”
en aguas internacionales y la “seguridad marítima”.
Para muchos observadores, las críticas ampliamente compartidas contra
estas últimas medidas de China contrastan diametralmente con la
tremenda influencia que se granjeó Beijing en el ámbito regional cuando
Xi ofreció acuerdos multimillonarios en materia de comercio e
infraestructura para facilitar la integración económica en la región.
La esperanza era que China evitara más tensiones territoriales,
mientras busca proyectarse como la nueva potencia dominante en Asia
oriental.
“¿Acaso el gobierno anterior (de Hu Jintao) fue diferente del actual?
Nosotros esperábamos que el actual fuera mucho más constructivo, y
(todavía) esperamos que la situación mejore”, dijo el ministro Del
Rosario. Filipinas, expresó, desea que China deje de avanzar
territorialmente.
Otros se muestran menos optimistas, señalando la voluntad de los
líderes chinos de ajustarse a la creciente y popular ola nacionalista
interna, que pauta el nuevo posicionamiento territorial de Beijing.
Las autoridades chinas deben lidiar con una difícil transición
económica, mientras intentan establecer un modelo más sostenible, guiado
por el consumo interno, mercados de capitales liberalizados y
manufacturas de alta gama.
Se prevé que el proceso de transición económica enfrentará la férrea
resistencia de los beneficiarios del anterior modelo de crecimiento,
intensivo en materia laboral y orientado a las exportaciones. Mientras,
los intentos de establecer una economía de mercado más competitiva
pueden desatar un periodo de inestabilidad en el futuro.
Hasta ahora, parece que el protagonismo dado por los nuevos líderes
chinos a la cuestión territorial, a sabiendas de que es importante para
la mayoría de su población, es parte de un esfuerzo calculado por
potenciar su legitimidad política, cuando se tiene por delante la
implementación de una transición económica peligrosa.
http://www.ipsnoticias.net/2013/12/china-reafirma-su-peso-territorial/
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