MANUEL
ISIDRO MOLINA
Lo que sufrimos en
Venezuela es producto de un péndulo diabólico impulsado por agrupaciones
políticas, económicas y sociales armadas con ideologías excluyentes y absurdas,
probadamente extemporáneas y perjudiciales, ambas enervadas por la codicia, el
hedonismo y la corrupción, caldo de cultivo de todos los fracasos y
perversiones delictivas.
Ese vaivén destructivo e
irresponsable nos ha traído males profundos y tan extendidos que hacen hoy de
Venezuela una morisqueta de patria bolivariana: un país saqueado y
descapitalizado como ninguno en el mundo, durante las últimas dos décadas
(1999-2019) en forma brutal, con los mismos modus
operandi estructurados durante los años setenta, ochenta y noventa del
siglo XX: estafas a la nación de todo tipo mediante contrataciones fraudulentas
de obras de infraestructura, procesos industriales, financiamientos al sector
agropecuario, pagos por mantenimiento y servicios a las dependencias públicas y
adquisición de bienes de todo tipo, negocios grotescos con la banca y los
seguros, manejos mafiosos de las divisas, las importaciones y las líneas
públicas de financiamiento nacional e internacional para el desarrollo y los
programas sociales, salud, educación y seguridad ciudadana y militar.
Este infernal saqueo a la
nación ha sido practicado impunemente por codiciosos burócratas civiles y
militares, y empresarios cómplices necesarios, prestos a las coimas y las
estafas a toda actividad pública nacional, regional o municipal. ¡Sucios
cazadores de fortunas expoliadas al pueblo y a la patria!
Por si fuera poco, esa
indigna conducta mafiosa de gobernantes corruptos, traficantes de influencias y
pseudo-empresarios delincuentes ha generado prácticas delictivas -tanto
discrecionales como orgánicas, igualmente vergonzosas y destructivas- en casi
todos los organismos públicos, el sistema judicial (que involucra a
funcionarios de los poderes Judicial, Ejecutivo y Ciudadano, más abogados en
ejercicio convertidos en traficantes-gestores, obstructores de la justicia y
reproductores del delito). Lo mismo ocurre en la Guardia Nacional Bolivariana
(GNB) y con cuentadantes corruptos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana
(FANB), con una fruición simplemente pasmosa, asquerosa. Extorsionan a
ciudadanos y ciudadanas por la prestación de servicios que deben realizar
honesta y eficientemente cumpliendo sus atribuciones y competencias; esquilman
a importadores, transportistas y conductores particulares; y facilitan a las
mafias colombianas, el narcotráfico y el contrabando de derivados de los
hidrocarburos y otros productos subsidiados por el Estado venezolano.
El saqueo y el descalabro
de las empresas públicas -ciertamente imputable en máximo grado a los gobiernos
de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, entre 1999 y 2019- no tiene precedentes en
Venezuela, y tal vez en el mundo: todas están destartaladas y atrasadas
tecnológicamente por gerencia incompetente y corrupta, desde PDVSA, las
industrias básicas de Guayana y las cementeras (Corporación Venezolana de
Cementos) hasta el Metro de Caracas y sus similares de Valencia y Maracaibo, el
IFE (Instituto de Ferrocarriles del Estado), Corpoelec, CANTV, Movilnet y CAVIM
(C. A. Venezolana de Industrias Militares). El estatismo trasnochado y el
militarismo rapaz se juntaron contra toda lógica de sana y competente
administración pública.
Un ejercicio aleatorio nos
facilita la comprensión de la real magnitud de este fenómeno
(saqueo-descapitalización): hay estimaciones sobre el brutal saqueo a la nación
en el lapso 1999-2019, que monta a entre 300.000 y 600.000 millones de dólares
(300.000.000.000,00 y 600.000.000.000,00 dólares,
respectivamente). Si relacionamos esos gigantescos montos con los estimados 30
millones de habitantes de Venezuela (incluyo los aproximadamente 4 millones de
emigrados al exterior), nos arroja un saqueo per cápita de 100.000
US$ o de 200.000 US$, es decir, se
han robado cien mil dólares o doscientos mil dólares por habitante, según se
tome la estimación menor o la mayor, conocidas hasta ahora.
Imaginemos entonces, solo
con la estimación menor, que para el caso de la República Popular China con 1.300 millones de habitantes, el
expolio practicado en Venezuela en el lapso 1999-2019 equivaldría en el país
más poblado del planeta a un saqueo-descapitalización de 130.000.000.000.000,00 US$, es decir, CIENTO TREINTA BILLONES DE DÓLARES, unas 185 veces el presupuesto
militar anual de Estados Unidos (700.000.000.000,00
US$). ¿Qué hubiese ocurrido en China? ¿Y qué, en India, Pakistán o Indonesia,
Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o Alemania, con expolios equivalentes al
ocurrido en Venezuela?
La contraparte
"opositora" de turno -con el mismo modus operandi- ya asoma sus fauces depredadoras: la "ayuda humanitaria" expoliada en
Colombia (conocida parcialmente) y en Venezuela (todavía en total secreto),
muestra de lo que son capaces; y el manejo fraudulento y prevaricador de CITGO en Estados Unidos, los desnuda en
su potencia delictiva y despreciativa de los reales intereses de la patria.
El impulso pendular
diabólico expone a la oposición de turno como fuerza vendepatria abyecta,
prosternada ante las prácticas genocidas del gobierno de Dolnald Trump y sus
fanáticos locos que han impuesto un bloqueo financiero, petrolero, económico y
comercial contra Venezuela, procurado por el títere Juan Guaidó, su jefe
Leopoldo López y la caterva de irresponsables que les acompañan en Venezuela y
el exterior, cuya estirpe emblematizan Carlos Vechio, en Estados Unidos, y
Julio Borges, en Colombia, cuyos gobiernos dirigen la asfixiante y depredadora conspiración
contra el pueblo venezolano, a propósito de su adversión al gobierno del
presidente Nicolás Maduro, como he reafirmado, "muerto
históricamente" por sus fracasos y naturaleza.
Este último estadio de
bloqueo unilateral estadounidense con proyección mundial coercitiva, es la antesala de la guerra que puede hundir
a Venezuela en una orgía de sangre, destrucción y sufrimientos, que ni los
aplaudidores de la invasión militar
colombo-estadounidense contra la patria de Bolívar, imaginan. Tampoco están
preparados para asumirla directamente: desde el exterior, a buen resguardo, la
aúpan y aplauden locamente; mientras en Venezuela, el títere Guaidó prepara
maletas para huir cuando los gringos y el uribismo colombiano se lo indiquen, y
así desempeñar desde tierras extrañas su cochino rol de cipayo en cabeza de un
supuesto "gobierno en el exilio",
como el que fabricó Estados Unidos con apoyo de sus socios de la OTAN para
engullirse y destruir Libia, en 2011.
@manuelisidro21 - manuelisidro21@gmail.com
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