domingo, 18 de agosto de 2019

VENEZUELA VOX POPULI / El péndulo diabólico



MANUEL ISIDRO MOLINA
Lo que sufrimos en Venezuela es producto de un péndulo diabólico impulsado por agrupaciones políticas, económicas y sociales armadas con ideologías excluyentes y absurdas, probadamente extemporáneas y perjudiciales, ambas enervadas por la codicia, el hedonismo y la corrupción, caldo de cultivo de todos los fracasos y perversiones delictivas.

Ese vaivén destructivo e irresponsable nos ha traído males profundos y tan extendidos que hacen hoy de Venezuela una morisqueta de patria bolivariana: un país saqueado y descapitalizado como ninguno en el mundo, durante las últimas dos décadas (1999-2019) en forma brutal, con los mismos modus operandi estructurados durante los años setenta, ochenta y noventa del siglo XX: estafas a la nación de todo tipo mediante contrataciones fraudulentas de obras de infraestructura, procesos industriales, financiamientos al sector agropecuario, pagos por mantenimiento y servicios a las dependencias públicas y adquisición de bienes de todo tipo, negocios grotescos con la banca y los seguros, manejos mafiosos de las divisas, las importaciones y las líneas públicas de financiamiento nacional e internacional para el desarrollo y los programas sociales, salud, educación y seguridad ciudadana y militar.

Este infernal saqueo a la nación ha sido practicado impunemente por codiciosos burócratas civiles y militares, y empresarios cómplices necesarios, prestos a las coimas y las estafas a toda actividad pública nacional, regional o municipal. ¡Sucios cazadores de fortunas expoliadas al pueblo y a la patria!

Por si fuera poco, esa indigna conducta mafiosa de gobernantes corruptos, traficantes de influencias y pseudo-empresarios delincuentes ha generado prácticas delictivas -tanto discrecionales como orgánicas, igualmente vergonzosas y destructivas- en casi todos los organismos públicos, el sistema judicial (que involucra a funcionarios de los poderes Judicial, Ejecutivo y Ciudadano, más abogados en ejercicio convertidos en traficantes-gestores, obstructores de la justicia y reproductores del delito). Lo mismo ocurre en la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y con cuentadantes corruptos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), con una fruición simplemente pasmosa, asquerosa. Extorsionan a ciudadanos y ciudadanas por la prestación de servicios que deben realizar honesta y eficientemente cumpliendo sus atribuciones y competencias; esquilman a importadores, transportistas y conductores particulares; y facilitan a las mafias colombianas, el narcotráfico y el contrabando de derivados de los hidrocarburos y otros productos subsidiados por el Estado venezolano.

El saqueo y el descalabro de las empresas públicas -ciertamente imputable en máximo grado a los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, entre 1999 y 2019- no tiene precedentes en Venezuela, y tal vez en el mundo: todas están destartaladas y atrasadas tecnológicamente por gerencia incompetente y corrupta, desde PDVSA, las industrias básicas de Guayana y las cementeras (Corporación Venezolana de Cementos) hasta el Metro de Caracas y sus similares de Valencia y Maracaibo, el IFE (Instituto de Ferrocarriles del Estado), Corpoelec, CANTV, Movilnet y CAVIM (C. A. Venezolana de Industrias Militares). El estatismo trasnochado y el militarismo rapaz se juntaron contra toda lógica de sana y competente administración pública.

Un ejercicio aleatorio nos facilita la comprensión de la real magnitud de este fenómeno (saqueo-descapitalización): hay estimaciones sobre el brutal saqueo a la nación en el lapso 1999-2019, que monta a entre 300.000 y 600.000 millones de dólares (300.000.000.000,00 y 600.000.000.000,00 dólares, respectivamente). Si relacionamos esos gigantescos montos con los estimados 30 millones de habitantes de Venezuela (incluyo los aproximadamente 4 millones de emigrados al exterior), nos arroja un saqueo per cápita de 100.000 US$ o de 200.000 US$, es decir, se han robado cien mil dólares o doscientos mil dólares por habitante, según se tome la estimación menor o la mayor, conocidas hasta ahora.

Imaginemos entonces, solo con la estimación menor, que para el caso de la República Popular China con 1.300 millones de habitantes, el expolio practicado en Venezuela en el lapso 1999-2019 equivaldría en el país más poblado del planeta a un saqueo-descapitalización de 130.000.000.000.000,00 US$, es decir, CIENTO TREINTA BILLONES DE DÓLARES, unas 185 veces el presupuesto militar anual de Estados Unidos (700.000.000.000,00 US$). ¿Qué hubiese ocurrido en China? ¿Y qué, en India, Pakistán o Indonesia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o Alemania, con expolios equivalentes al ocurrido en Venezuela?

La contraparte "opositora" de turno -con el mismo modus operandi- ya asoma sus fauces depredadoras: la "ayuda humanitaria" expoliada en Colombia (conocida parcialmente) y en Venezuela (todavía en total secreto), muestra de lo que son capaces; y el manejo fraudulento y prevaricador de CITGO en Estados Unidos, los desnuda en su potencia delictiva y despreciativa de los reales intereses de la patria.

El impulso pendular diabólico expone a la oposición de turno como fuerza vendepatria abyecta, prosternada ante las prácticas genocidas del gobierno de Dolnald Trump y sus fanáticos locos que han impuesto un bloqueo financiero, petrolero, económico y comercial contra Venezuela, procurado por el títere Juan Guaidó, su jefe Leopoldo López y la caterva de irresponsables que les acompañan en Venezuela y el exterior, cuya estirpe emblematizan Carlos Vechio, en Estados Unidos, y Julio Borges, en Colombia, cuyos gobiernos dirigen la asfixiante y depredadora conspiración contra el pueblo venezolano, a propósito de su adversión al gobierno del presidente Nicolás Maduro, como he reafirmado, "muerto históricamente" por sus fracasos y naturaleza.

Este último estadio de bloqueo unilateral estadounidense con proyección mundial coercitiva, es la antesala de la guerra que puede hundir a Venezuela en una orgía de sangre, destrucción y sufrimientos, que ni los aplaudidores de la invasión militar colombo-estadounidense contra la patria de Bolívar, imaginan. Tampoco están preparados para asumirla directamente: desde el exterior, a buen resguardo, la aúpan y aplauden locamente; mientras en Venezuela, el títere Guaidó prepara maletas para huir cuando los gringos y el uribismo colombiano se lo indiquen, y así desempeñar desde tierras extrañas su cochino rol de cipayo en cabeza de un supuesto "gobierno en el exilio", como el que fabricó Estados Unidos con apoyo de sus socios de la OTAN para engullirse y destruir Libia, en 2011.

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