viernes, 10 de octubre de 2008

Los retos del periodista ante las barreras visibles e invisibles del poder



Agradezco a las autoridades de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Fermín Toro (Núcleo Portuguesa) esta invitación a disertar ante este nutrido auditorio de sus docentes y estudiantes, junto a un distinguido grupo de invitados especiales del Colegio Nacional de Periodistas Seccional Portuguesa y otros amigos de los medios de comunicación social.

Pertenecemos a una comunidad globalizada, cada día más dinamizada por el increíble enjambre científico-tecnológico que constituye el corazón del sistema comunicacional contemporáneo. Pero debemos reconocer auto-exigentemente, que el cerebro de ese sistema seguimos siendo los seres humanos, en nuestro caso especialistas universitarios en formación o dedicados al ejercicio profesional del periodismo, con el compromiso de servir cada día mejor a nuestra comunidad local, regional, nacional o global.

El campo para el ejercicio profesional de los periodistas es casi infinito, tanto como diversa es la vida misma. Somos simultáneamente testigos, intérpretes y catalizadores de todas las actividades humanas, hoy con herramientas tecnológicas que jamás imaginaron nuestros maestros, hasta la década de los años setenta del siglo pasado, hace apenas cuarenta años.


Lo que para los jóvenes de hoy no son más que bondades de una vida acelerada e incesante, atiborrada de novedades tecnológicas en el ámbito comunicacional, fue una discutida incógnita que el investigador canadiense Marshall McLuhan logró advertir premonitoriamente, por supuesto sin conocer la Internet o estar al tanto de las potencialidades de la fibra óptica, ni el desarrollo exponencial de las telecomunicaciones y todas las deslumbrantes aplicaciones de la telemática al desarrollo actual de los medios de comunicación social.

Recordemos en este instante, que la Internet comenzó su despliegue mundial en los años ochenta. Grandes maestros del periodismo venezolano de la segunda mitad del siglo veinte, como Miguel Otero Silva o Héctor Mujica –fallecidos al término de caminos vitales estrechamente vinculados al pueblo venezolano- se asombrarían con todo el instrumental disponible hoy, y la capacidad de transmisión de textos, imágenes y sonidos desde y hacia cualquier rincón de nuestro planeta, sea por conglomerados empresariales, entes públicos, redes sociales o iniciativas personales.

Muchas veces, no advertimos, por ejemplo, que la telefonía celular comienza con los “ladrillos” de Motorola en 1983, hace apenas veinticinco años; que es a finales de los años noventa cuando los teléfonos celulares se expanden masivamente por el mundo. Sólo en Venezuela, hoy contamos con unos veinticinco millones de teléfonos celulares, lo que promedia casi uno por persona, si tomamos la cifra de 28 millones de habitantes que recientemente estimó oficialmente el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

Escapa a la naturaleza de esta conferencia, insistir detalladamente sobre la evolución acelerada de las innovaciones tecnológicas en los medios de comunicación social impresos y radioeléctricos (radio y televisión), así como lo relativo a las aplicaciones multimedia en Internet, tan penetrantes y veloces que ya han desatado una profunda polémica sobre “la muerte de los medios impresos” y muy especialmente, a mi juicio, sobre la naturaleza unidireccional de los mensajes de la prensa, la radio y la televisión, que hasta la aparición de esa especie de fiebre de los internautas, monopolizaban la búsqueda, el procesamiento y la difusión de las informaciones: hoy, los medios interactivos de la Internet permiten que cualquier persona acceda a la red y difunda una novedad, niegue o rectifique una información considerada inexacta, hasta reventar las barreras visibles e invisibles de la censura. Además, fuera del periodismo, la Internet se ha convertido en un espacio virtual rico en información y acceso libre al conocimiento, como nunca antes lo había permitido medio alguno.

“La prensa sin Gutenberg”

Comprender este proceso es el reto principal de los periodistas profesionales contemporáneos, los estudiantes de comunicación social, sus profesores e investigadores en universidades públicas y privadas. No podemos dejarnos deslumbrar por la tecnología, y dejar de interpretar acertadamente lo que está ocurriendo. En otras palabras, estamos retados a conocer lo que está ocurriendo: esencialmente una ruptura de paradigmas en una fase de aceleración de la “sociedad del conocimiento”, en la cual la formación intelectual es base fundamental de todo buen periodista, de toda buena periodista, quienes también tienen la inevadible obligación de conocer y operar los nuevos y cambiantes instrumentos tecnológicos de la comunicación social.

Los bien capacitados y experimentados periodistas europeos Jean-Francoise Fogel y Bruno Patiño han planteado el problema de “El periodismo en la era digital” en su libro “La Prensa sin Gutenberg” (2008), edición castellana de su original en francés publicado en 2005 ( “Una presse sans Gutenberg”). Se puede polemizar con ellos, pero en esencia se trata de un libro novedoso y estimulante. Podría decirles que es de obligatoria lectura y referencia válida para comprender el proceso que nos involucra y, a la vez, nos amenaza como profesionales.

Diría entonces, que es tan importante una exigente y permanente formación intelectual, como el conocimiento de la naturaleza de los nuevos recursos tecnológicos y sus aplicaciones. Y quiero insistir ante este especialísimo auditorio, en que el conocimiento de las ideas, la historia, la cultura y los desarrollos sociales, el óptimo manejo del lenguaje y la actualización permanente de nuestra formación intelectual son y seguirán siendo la esencia y la diferencia en el periodismo: estudiar consistentemente es misión básica de todo universitario, cultivar el espíritu y capacitarse para servir cada vez mejor a nuestra sociedad.

El manejo de las herramientas tecnológicas modernas –sorprendentes, sin duda- no sustituye la capacidad intelectual del periodista, así como la máquina de escribir, el micrófono o la cámara televisiva nunca sustituyeron al ser humano, al profesional formado en valores y conocimientos. Siempre, nuestro intelecto hará la diferencia, será la clave de la distinción, el centro de atracción de lectores, oyentes, televidentes e internautas, a fin de cuentas los destinatarios y validadores de nuestro ejercicio profesional. No por casualidad, Fogel y Patiño lo afirman a su manera, insistiendo en una de las características relevantes de la Internet:

“El internauta es el único que controla su navegación. Sólo él decide la sucesión de páginas y sitios que componen… el recorrido que ni él ni nadie más, probablemente, repita nunca.”

A mi juicio, eso siempre ha ocurrido con las preferencias de los destinatarios de los medios de comunicación social, nunca pasivos, siempre exigentes, cada quien a su manera y por sus motivaciones. ¿Por qué tantos periódicos diferentes tienen lectores y lectoras diferentes? ¿No ocurre lo mismo con los programas de radio y televisión? Y en la generalidad de los casos, esa preferencia está dada por la capacidad intelectual y las destrezas técnicas de los emisores, cada día equipos más complejos y multidisciplinarios. ¿Cómo imaginar una excelente entrevista, atractiva y sustanciosa, o un buen programa televisivo o radial, un portal informativo en Internet, sin capacidad profesional, formación intelectual ni destrezas técnicas?

Las primeras barreras

Quiero significar, a esta altura de mi exposición, que la ausencia de formación intelectual y el escaso manejo de los recursos técnicos disponibles son las dos primeras barreras “invisibles” que debe vencer el periodista profesional. ¿Si no sabes de qué se trata, cómo escribes y difundes?

Todo buen periodista es un trasgresor de las barreras visibles e invisibles del poder, cualquiera sea su naturaleza.

Estamos destinados a ir contra la corriente o, en todo caso, a realizar una labor cotidiana pensando más en los derechos sociales y culturales de los ciudadanos y ciudadanas, de la sociedad toda, plural y diversa, que en los intereses de los propietarios de medios privados o gerentes de medios públicos (los gobernantes no son “dueños” de los medios públicos, pertenecientes al conjunto diverso de la sociedad) y que en los intereses de las fuentes informativas.

No existe buen periodista que no sea independiente en su ejercicio profesional. Esta afirmación no desdice de las filiaciones profesionales, religiosas o ideológicas, ni de los compromisos laborales, siempre y cuando no sean desnaturalizadas la condición ética y la responsabilidad social del periodista. Un buen periodista nunca se vende, no se ata, no se entrega acríticamente a las directrices e intereses de quienes detentan las palancas del poder. Los límites están delineados por nuestra formación intelectual y ética, la capacidad para discernir con equidad en medio de los conflictos sociales, políticos, económicos y culturales de la sociedad (local, regional, nacional y mundial). Y, seguramente rompiendo, a cada paso habrá de tomarse la decisión de publicar o callar, difundir o autocensurarse, denunciar o aceptar la censura; servir honestamente a la sociedad o negarle su derecho a estar informada oportuna y verazmente.

Mayores responsabilidades

En la medida que se ha ampliado la ahora interconectada red mundial de las comunicaciones y la información, los retos del periodista ante las barreras visibles e invisibles del poder, van en aumento por estar sumergidos y cada vez más exigidos dentro de una cápsula que viaja a la velocidad de la luz. La vieja información “centralizada” está dejando de existir, la verdad y la diversidad le compiten por todas partes y a cada momento:

“El periodismo de la era digital se encuentra en el polo opuesto: descentralizado, interactivo, abierto, innovador. Se respira otro aire…” afirman los autores de La Prensa sin Gutenberg. “Ese nuevo universo –agregan- es el de los mensajes instantáneos, el de la comunicación en cualquier lugar y en todo momento, dentro de un paisaje que prolifera, y aparece parcelado en terminales de ordenador, consolas de videojuegos, asistentes personales inteligentes, teléfonos móviles, pero también cada vez más en revistas, cadenas de televisión y de radio, que nunca antes existió”.

Noten que Fogel y Bruno escribieron este texto en 2005: no existía el acoplamiento de la telefonía móvil a la Internet; todavía no estaban en el mercado los sistemas de dispositivos móviles “BlackBerry”, “IPhone”, “HiPhone” y sus similares.

Aunque vayamos a saltos, tecnológicamente hablando, las nuevas herramientas comunicacionales y su amplísimo mundo de posibilidades, son también un nuevo mundo de responsabilidades para los profesionales de la comunicación social.

Las barreras del poder

Siempre tendremos en torno a nosotros, lo que podríamos llamar círculos concéntrico de los factores de poder, entendidos éstos como los grupos capaces de articular redes de fuerza para ejercer influencia determinante y dominar espacios o tendencias en la sociedad. Tradicionalmente son aceptados como tales los partidos políticos, la administración pública, las iglesias, las fuerzas armadas y las policías, los sectores económicos, sindicales y profesionales, grupos sociales y étnicos, los medios de comunicación social, las universidades y los especialistas generadores de conocimiento (ciencia y tecnología), etc.

Permítanme agregar los “factores de poder” asociados a la delincuencia: las mafias de la corrupción administrativa, el narcotráfico, robo de vehículos, secuestros y extorsión, la corrupción policial y militar, etc. Se imaginan, por qué:

El ejercicio profesional del periodismo y la dinámica misma de la comunicación social están sometidos a la acción de los factores de poder legales e ilegales, cada vez más entremezclados hoy, en la sociedad venezolana y a nivel internacional.

Por una parte, se percibe el impacto del abuso del poder público contra periodistas, propietarios y gerentes de medios de comunicación social. En el caso venezolano, desde los insultos presidenciales por radio y televisión hasta el hostigamiento “institucional” mediante inspecciones fiscales en empresas y sobre personas naturales, o mediante el maltrato de los agentes de identificación y extranjería en los aeropuertos, como ha sucedido muy recientemente. Su intención –hasta ahora frustrada- es la intimidación.

El cerco económico-publicitario desde los entes públicos es otra modalidad, prácticamente oficializada en Venezuela.

Demandas por difamación e injuria contra periodistas. En esto han sido muy activos personeros oficiales y empresarios-testaferros incursos en presuntos manejos mafiosos de corrupción administrativa.

Agresiones físicas contra periodistas, reporteros gráficos y camarógrafos en espacios públicos donde se han producido importantes hechos políticos y sociales de confrontación y protesta.

Secuestro sectario de los medios radioeléctricos públicos por parte del gobierno, hasta convertirlos en cajas sonoras de propaganda política oficialista, con la exclusión casi total de los factores de opinión distintos a los gubernamentales.

En fin, el gobierno venezolano ha venido estructurando un sistema oficial de información unidireccional, sectario y excluyente, que contraría el espíritu pluralista de la Constitución y específicamente sus artículos 57 y 58 referidos a la Libertad de Expresión y el Derecho a la Información:

“Artículo 57. Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura. Quien haga uso de este derecho asume plena responsabilidad por todo lo expresado. No se permite el anonimato, ni la propaganda de guerra, ni los mensajes discriminatorios, ni los que promuevan la intolerancia religiosa.
“Se prohíbe la censura a los funcionarios públicos o funcionarias públicas para dar cuenta de los asuntos bajo sus responsabilidades.

“Artículo 58. La comunicación es libre y plural, y comporta los deberes y responsabilidades que indique la ley. Toda persona tiene derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, sin censura, de acuerdo con los principios de esta Constitución, así como a la réplica y rectificación cuando se vea afectada directamente por informaciones inexactas o agraviantes. Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a recibir información adecuada para su desarrollo integral.”

Censura y auto censura

Si bien la censura está correcta y claramente prohibida en ambos artículos, en la realidad venezolana actual se la aplica mediante mecanismos viciados, desde el Estado y desde otros factores de poder legales e ilegales, lamentablemente.
La principal y más vasta manera de censurar el libre flujo informativo es la impuesta por la política gubernamental:

1.- Cierre de las fuentes informativas, incluyendo la prohibición del acceso de los equipos periodísticos de medios independientes y opositores a actos de gobierno y oficinas públicas. Además está la prohibición que pesa sobre los funcionarios públicos “para dar cuenta de los asuntos bajo sus responsabilidades”, lo que niega la letra de la Constitución.

2.- Negación de respuesta oficial franca a cualquier denuncia contra políticas públicas erradas, mal funcionamiento de servicios públicos, actos delictivos contra las personas (altos niveles de asesinatos, secuestros, atracos, etc.) y hechos de corrupción administrativa. Invariablemente, los funcionarios gubernamentales se silencian ante los periodistas o intentan descalificar las denuncias e informaciones adversas.

Mentiras y medias verdades

Así, mentiras y medias verdades son moneda corriente en Venezuela. Lamentablemente, no sólo en el ámbito estatal, porque esa práctica es común en los otros factores de poder “legales”, cuyos dirigentes esconden hechos, nombres y cifras, cuando de situaciones adversas se trata. Esto hay que reconocerlo, por encima de la diatriba política diaria.

Quiero compartir con ustedes, una muy delicada conclusión:

En Venezuela campean la mentira y las medias verdades, lo que nos hace campo fértil para el desarrollo de verdaderas mafias que han enervado las instituciones públicas y vastos sectores sociales, económicos y laborales.
Tal vez esta sea la más formidable barrera contra el libre y probo ejercicio profesional del periodismo.

Si no, ¿cómo se explica el vertiginoso impacto de la delincuencia, entre nosotros? Y cuando habla de delincuencia no hago distinción entre corrupción administrativa y narcotráfico, por ejemplo, cuyos actores utilizan idénticos mecanismos para el lavado del dinero sucio que trafican nacional e internacionalmente. Ambas mafias corrompen funcionarios, sobornan, de alían con abogados, policías y jueces corruptos para burlar la justicia, lo que los emparenta en cuanto a su corresponsabilidad en el derrumbe ético de la nación.

Ningún buen periodista puede callar ante esta tragedia nacional. Debemos combatir enfrentando a las mafias delictivas y a quienes abusan del poder, para desarticular sus barreras y permitir que la sociedad fluya decente y dignamente.

¿Quiénes controlan los medios?

Si las mafias han penetrado las más diversas áreas de la sociedad venezolana, hoy bajo su control, luce ocioso pensar que los medios de comunicación social han sido la excepción. Como “factor de poder” los medios de comunicación social son tan apetecibles como gobernaciones, alcaldías, cargos parlamentarios o cuentadantes en ministerios y empresas del Estado. Y es lo que ha ocurrido:

Una pléyade de “empresarios” que han prosperado bajo el paraguas de los recursos públicos nacionales, regionales y municipales, son ahora propietarios de medios de comunicación impresos, radiales o televisivos. No daré nombres de personas y empresas, para no incomodar, pues para mí lo importante es destacar que los delincuentes no tienen carnet político, delinquen y así agreden y amenazan potencialmente a la sociedad.

Entonces, parte de las barreras “invisibles” del poder están dentro del circuito comunicacional, y no es poca cosa. Les pido meditar al respecto, tomando en cuenta que uno de los elementos de mayor mediocrización del flujo informativo –en Venezuela y en cualquier parte del mundo- es precisamente la tenencia mafiosa de medios de comunicación social. Esa tendencia, en mi criterio, hay que comenzar a revertirla, sin detenernos en los apellidos políticos o ubicaciones circunstanciales de los capos de esas mafias.

Problema mundial

Para despejar cualquier duda en cuanto a alguna intencionalidad mezquina o parcializada de mi parte, paso a referir indicativos claros de que se trata de un fenómeno mundial, con énfasis mayores o menores en los distintos países y regiones.
Nada más otear el horizonte colombiano, basta para comprender el impacto contra el ejercicio profesional del periodismo y la integridad física de los medios de comunicación social: persecución de periodistas, asesinatos, encausamientos judiciales, explosiones de bombas contra edificaciones y vehículos han sido parte del drama que sufre Colombia, en el cual casi todos los factores de poder legales e ilegales tienen su parte.

Y si es en el mundo, el ejercicio profesional, cuando ha enfrentado las barreras visibles e invisibles del poder, ha implicado muertes, traumatismos permanentes graves y pérdida de la libertad, sea en medio de una guerra absurda, como en Irak, o frente a las balas asesinas de los narcotraficantes, como en México. Cuando esos poderes fácticos se crecen y desatan, resulta sumamente difícil controlarlos hasta extinguirlos. ¿Cómo desmontar una guerra inventada que ya ha provocado más de un millón 200 mil civiles muertos? ¿Cuánta matanza no tiene aterrorizada a la sociedad mejicana?

Para concluir esta exposición, dedicada especialmente a los jóvenes estudiantes y futuros colegas profesionales de la comunicación social, quiero referirles un interesante trabajo de investigación universitaria estadounidense sobre los 25 temas censurados o poco atendidos por los medios de comunicación social, a nivel internacional.

Espero haber estimulado el interés por tópicos tan importantes y poco abordados en la sociedad venezolana, precisamente por la acción de las barreras visibles e invisibles de los factores de poder.

Muchas gracias.

Araure, 03 de octubre de 2008.

MANUEL ISIDRO MOLINA PEÑALOZA
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MI BLOG: manuelisidroxxi.blogspot.com